Coma Solar




Ezequiel golpea las teclas en la sala de chat a una hora, de una noche o de un día, de una semana de un año; un numerito al pie de la pantalla así lo indica. Mientras tanto, su pulgar, cuyo entrenamiento es muy superior a los dedos que antaño saltaban por los pianos, se desplaza a la velocidad de la luz para hacer un SMS. Nunca ha visto a la gente tras esos objetos y parece no necesitar verla. La iluminación mortecina del habitáculo no revela nada acerca del momento del día, la luz del sol fue denegada muchos años atrás, luego de aquel incidente que paralizó al mundo.

Un señor se había desmayado en la vereda. Cuando llegó la ambulancia, ya estaba muerto. No había sido un paro cardíaco, tampoco había síntomas de derrame cerebral, por lo que prestigiosos médicos tardaron meses en hacer su diagnóstico: “Coma Solar”. El tipo había quedado fulminado justo exactamente en el instante en que, luego de varios días grises, las nubes se dignaron migrar a otros horizontes dando paso al astro rey.

Muchos fueron bien escépticos con respecto a este fenómeno, decían que algo había que inventar para llamar la atención, y que los preciados galenos ganarían un montón de divisas, y asimismo sus nombres serían incluidos en el anuario de los Premios Nobel. Pero, luego de un tiempo, una mujer, en otra latitud, cayó paralizada en plena calle en idénticas circunstancias. Luego de varios casos de decesos de características similares, se anunció el Nuevo Mal, y se exhortó a la población a tomar precauciones a nivel mundial. Se decretó que las personas quedasen recluidas en sus domicilios hasta que se hiciera la noche cerrada.

La gente se fue acostumbrando a dormir de día y a salir de noche, y luego, se acostumbró a no salir definitivamente. Sólo se entornaban brevemente las puertas y ventanas para ventilar el interior de las viviendas. Claro que los que hacían los trabajos más indignos, pasaban de todos modos la noche en la calle, realizando entrega de alimento y ropas, obviamente, comprados por la computadora. Un nuevo modo de vida se había instalado, el peso promedio era de ciento cincuenta kilos, porque la gente ya no daba ni tres pasos.

Ezequiel no era la excepción que escapaba a la regla. Una de las personas con las que “hablaba” era una mujer. Es que Ezequiel vivía solo y nadie se arriesgaba a salir a la calle para tener sexo. De todos modos, el pecado de la fornicación se seguía consumando, era ya un hábito que las personas hicieran el sexo virtual. En esas lides, el mundo sí que había progresado, existían fetiches de todos los pelos y colores. Al principio de esta catástrofe, las personas pedían a su compañero de sábanas virtuales una foto, pero luego fueron desistiendo porque se había anunciado en los informativos que muchos mentían, o bien con su rostro, o bien con su cuerpo, o bien con ambos. Se creó un clima de desconfianza global, y al fin, todos fueron optando por no conocer la apariencia física de su par. La gente se fue acostumbrando, y eso era lo normal.
Ezequiel acaba de concluir el asunto.

Ezequiel se despereza en su trono anatómico, y sus desplazamientos se limitan a las acciones los botones para reclinar o elevar su respaldo. ¿Para qué gastar fuerza y energía si ahora existen botones que lo hacen todo por él? Se gira con la mirada en dirección al plasma que pende de la pared. Zapea con elegancia, dispone de dos mil señales. Ezequiel tararea los jingles de las propagandas. El se jacta de almacenar en su memoria todos los capítulos de las series del Warner Chanel, y para no olvidar ninguna las sigue consumiendo.

Ezequiel le teme a las sorpresas; él parece gozar de una precaria felicidad burguesa que no le exige sacrificios. Ezequiel está maravillado con el progreso de la tecnología. No debe hacer grandes desplazamientos físicos, ni recurrir a complejos análisis del pensamiento para sobrevivir, por suerte otros lo han hecho por él.

Ezequiel siente la vejiga hinchada. Ha visto en el cable que están por salir a la venta unos dispositivos especiales, una especie de sonda inteligente, con una resistencia que licúa y evapora los desechos del organismo. Pero aún no está en el mercado, y por ahora Ezequiel debe trasladarse al gabinete higiénico. Se prepara para la maratón. Respira hondo, y bañado en sudor, logra levantar sus ciento cincuenta quilos y ponerse de pie. Cuando llega hasta el inodoro detiene su marcha; está casi ahogado. Se toma de la barra especial que en estos tiempos colocan junto a todos los inodoros, es que teme desplomarse.

Ezequiel se observa en el espejo del baño. Existe cada vez menos demanda de ese monstruo reflector, ahora se fabrican unos de tipo cóncavo como los que hay en el Museo de Villa Dolores, que hacen que uno se perciba estilizado y flaco. Pero Ezequiel tiene un espejo que era de su abuela, y aún no lo ha cambiado. Decide por un momento enfrentarse con su imagen. Comienza por su rostro. Sus mejillas están rosadas, y le cuesta distinguir su cuello, está atravesado por una enorme papada. Tiene senos más prominentes que cualquier mujer de antaño, que se apoyan en su vientre, el cual podría albergar quintillizos. Ezequiel no puede acceder directamente a sus partes inferiores, se esconden bajo la prominente barriga, no obstante, siente su existencia. Ezequiel finalmente logra sentarse en el inodoro.

Parecía una explosión, vibraba todo. Ezequiel pensó que quizás estuviesen demoliendo alguna edificación pretérita, como había visto en un documental cuando en el año 1989 toda la Ciudad Vieja había vibrado por la dinamita para hacer lugar para emplazar el primer hotel cinco estrellas de Montevideo. Ezequiel ahora estaba fastidiado, es que el ruido no cedía. Encendió el equipo de audio para que la marcha metálica tapara el molesto sonido.

Se mimetizó con un bailarín cuyos movimientos eran elegantes y sugerentes; su rostro acompañaba, sus ojos estaban cerrados, sacudía con torpeza su cabeza, en realidad hacía movimientos vulgares y recursivos. Ezequiel gozó de ser un bailarín de música tecno por un espacio de dos horas. Entonces, recordó el otro ruido y apagó el equipo.

Seguía todo como antes, las paredes retumbaban. Ezequiel tendría que esforzarse y ponerse de pie, pero aún no se decidía. Encendió la T.V. local. Los periodistas estaban transmitiendo desde la costanera. La Costanera es lo que en un tiempo había sido la calle más cercana al agua. Pero ahora esa agua despedía vapores irrespirables, hacía mucho que nadie se atrevía a bajar por lo que quedaba de las escaleras de los muros, que alguna vez fueron el acceso a una playa. Estaba prohibido tocar el agua pues contenía ácido nítrico, era la misma del arroyo Miguelete o el Pantanoso.

Ezequiel hizo un esfuerzo sobrehumano por prestar un poco de atención a lo que decían los periodistas. - “Desde hace dos horas un leve sismo está asolando la ciudad de Montevideo. Se teme que el magma incandescente que subyace bajo la Isla de las Gaviotas ya no puede permanecer en control. “

Hace años un grupo de geólogos había estado investigando el suelo sin sorpresas del Uruguay, sus ondulaciones aburridas y descubrieron el temblor interno de la tierra. En ese momento, los eruditos alertaron a las autoridades gubernamentales que era preciso tomar medidas inmediatamente, puesto que ese magma no permanecería quieto. Entonces, el Presidente de la República habló en cadena de televisión por espacio de una hora, y nombró una Comisión de Notables para ocuparse del tema.

Dicha comisión se reuniría los martes y jueves y elaboraría un Proyecto de Ley que incluiría reformas en las normas de la construcción, así como también la evacuación de los barrios de Malvín y Buceo, por estar próximos a la zona de riesgo. Pero no se ponían de acuerdo en el procedimiento administrativo de la evacuación.

La ciudad entera quedó en penumbras. Ezequiel, aterrado, comprobó que su única opción era ponerse de pie. El terror le impedía lograr la concentración necesaria para tal fin, esta vez demoró media hora. Ezequiel necesitaba desplazarse sobre sus piernas, oprimía con desesperación todos los botones de todos sus controles remotos, pero ninguno le respondía.
Ezequiel había perdido la costumbre de caminar en equilibrio, se sentía más inseguro que un trapecista en la cuerda floja. Pero el hombre tiene instinto de supervivencia, así que Ezequiel logró dar veinte pasos, y de este modo aproximarse a su ventana. No se veía luz alguna en las inmediaciones. Trató de hacer una llamada desde su celular, pero todos los sistemas habían colapsado. Había corte de energía y Ezequiel no tendría más remedio que salir a la calle.

Se salieron de un cuadro de Botero, los gordos habían cobrado vida. Se desplazaban agónicamente arrastrando sus cuerpos, trataban de gritar, pero habían perdido entrenamiento en las cuerdas vocales y la voz les quedaba chiquita, atrapada en la nariz. Era una procesión de gordos mudos. Caminaban con resignación, no podían hacer otra cosa.

Se habían levantado carpas gigantes que quedaron del último circo. Eran Carpas de Refugiados. Muchas ONGs habían tomado medidas sin esperar por la Comisión de Notables. Estas carpas habían sido erigidas con una velocidad sorprendente en todos los barrios de Montevideo.
Ezequiel marchaba. Era parte de una masa de barrigas de gelatina que tenían pequeños piecitos; esos mortales soportaban excesivas cargas y uno no sabría si serían capaces de transportar el cuerpo que los poseía.

Las Carpas de Refugiados se transformaron en el hogar momentáneo de los montevideanos obesos. Aunque ya habían perdido al menos diez quilos durante la primer semana posterior al sismo.

Cuerpos malolientes llagados por los pliegues que hacían sus carnes al rozarse. Depositados cual fardos en una especie de gran frazada, por propia iniciativa habían decidido poner en uso el cuerpo despreciado otrora.

Lentamente comenzaron a tratar de mantenerse en pie, estaban intoxicados de tecnología. Se comunicaban por medio de palabras sueltas y tocando al destinatario de las mismas. Volvieron a usar los ojos para mirarse directamente a la pupila del otro. Al principio, ello implicaba un gran pudor y recato.

Al mes de estar instalados en las carpas, se decretó estado de cuarentena. Los pulgares de los individuos se habían gangrenado, debido a la falta de actividad.

Anna Donner © 2009

Tiempo 3760


I.
Hoy la clase es en el salón dos. Los estudiantes iban llegando de a tandas.
El Profesor hace rato que había arribado. No era un individuo muy locuaz, más bien todo lo contrario, introvertido, y en su mundo.

-Jóvenes, voy a comenzar la clase, ustedes saben que detesto la impuntualidad. ¿Acaso desconocen que el tiempo corre irreversible?

Los pocos alumnos que se encontraban en el salón se miraron desconcertados.

-¡No pongan esas caras! ¿Acaso les estoy revelando algo que no sepan? – El Profesor se enterneció una pizca, pero ni tanto.- Ustedes están en una edad en la cual creen que tienen todo el tiempo por delante, y lo dejan escapar, y cada segundo perdido, es vida perdida.

-Profesor Del Piazza, con todo respeto, no es para tanto, si me permite- repuso uno de los estudiantes presentes.

-Vea Ud., joven. Es exactamente esta filosofía del pensamiento lo que hace dejar escapar instantes preciados, que ya no volverán. –El Profesor Del Piazza se puso de pie, y escribió en la pizarra, en letras muy grandes la palabra “TIEMPO”.

Dio unos pasos breves, miró a sus alumnos y exclamó:

-¿Cómo miden ustedes, vuestro tiempo?

Un silencio absoluto se hizo en la sala.

-¡Con números!- respondió exacerbado el profesor.

-Y, a propósito de números, este es el tema de hoy; Sistemas de Numeración.

A medida que el profesor Del Piazza hablaba, otros estudiantes habían ido llegando, y ocupando sus respectivos lugares en el salón.

-Bien, jóvenes, los sistemas de numeración son distintas formas de representar la información numérica. Se nombran haciendo referencia a la base, que representa el número de dígitos diferentes para representar todos los números. El sistema habitual de numeración para las personas es el Decimal, cuya base es diez y corresponde a los distintos dedos de la mano, mientras que el método habitualmente utilizado por los computadores o sistemas electrónicos digitales, es el Binario, que utiliza únicamente dos cifras para representar la información: el 0 y el 1.

- Sea, pues, jóvenes, que los circuitos internos que componen las computadoras utilizan el sistema de numeración Binario para la interpretación de la Información, puesto que exige sólo dos estados o “posiciones de funcionamiento”: 0 y 1. Es decir, estas dos cifras se pueden asociar perfectamente a los dos posibles estados que pueden adoptar los circuitos: Apagado y Prendido. La presencia de corriente eléctrica o la ausencia de corriente eléctrica.

El profesor Del Piazza se dirigió hacia la pizarra y anotó:

“Presencia de corriente eléctrica = 1 (encendido)”

“Ausencia de corriente eléctrica = 0 (apagado)”

-Es decir, jóvenes-retomó nuevamente la palabra- que cuando la corriente eléctrica pasa a través de la computadora, ésta lee un 1 cuando percibe la corriente eléctrica y un 0 cuando no hay corriente eléctrica.

Uno de los estudiantes pidió la palabra.

-Profesor, no me queda muy clara la correspondencia entre el sistema decimal y el sistema binario.

-¿Cuál es su nombre, joven?

-Daniel Bemberg.

-Bien, Señor Bemberg. ¿Qué número le sigue al 9?

-El 10.

-¿Y qué diferencia nota Ud., entre el número “9” y el número “10”?

Daniel Bemberg se quedó pensando. El profesor aguardaba expectante.

-¿Qué el 10 es uno más que el 9?

-No, joven, no me refería al valor. Bien, la Diferencia entre el número 9 y el número 10, es que el primero está compuesto por una cifra, o dígito, si así lo prefiere, y el segundo está compuesto por dos, es decir el 9, está compuesto por la cifra “9”, y el 10, está compuesto por dos cifras, el “1” y a continuación el “0”. ¿Sabe por qué sucede tal cuestión? Porque el sistema decimal posee diez dígitos distintos, que van del cero al nueve, pero Usted debe representar miles, millones de números, es entonces, que cuando se le agotaron todos los dígitos puestos de a uno, Ud. comienza a Combinar.

-Entonces, toma el 1, y primero lo combina con el 0, obteniendo el “10”, luego combinará el mismo 1 ¿con? Con el siguiente dígito, otro uno, pues, y obtiene el “11”. ¿Todo claro hasta acá?

-Sí, profesor.

-Le pido que imagine Ud. joven, ahora este mismo “salto” en el sistema binario.

-Creo que comprendo, primero va el 0, luego va el 1, y luego, como ya no hay más dígitos, se combina el 1 con el 0, entonces, sigue el 10.

-¡Correcto! Lo que falta por concluir es la Relación entre ambos sistemas. Bien, ¿sabe cuál es? La secuencia en el sistema decimal es 0,1,2,3,4, etc, pero la secuencia en el sistema binario es 0, 1,10,11. ¿Qué significa esto? Pues que al 10 binario equivale al 2 decimal, y que el 11 binario equivale al 3 decimal. ¿Comprende?

-Sí, profesor. Entonces, como luego del 11, ya no existen más combinaciones de dos cifras en el sistema binario, ¿hay que usar una tercera?

-¡Efectivamente joven!

-Entonces, el 4 decimal es equivalente al 100 binario.

-Muy bien.

- Bien, jóvenes- se dirigió al resto de los alumnos- ¿Ha quedado este concepto claro?

-Sí, profesor Del Piazza- exclamaron al unísono.

-Bien, jóvenes. Hagamos ahora un poco de historia- repuso el profesor Del Piazza- Cuando los hombres comenzaron a contar, usaron los dedos, guijarros, marcas en bastones, nudos en una cuerda y algunas otras formas para ir pasando de un número al siguiente. Y cuando se alcanzaba un determinado número, se hacía una marca distinta que representaba a todos ellos. Ese número es la base.

-La base que más se ha utilizado a lo largo de la historia es 10, por ser el número de dedos que poseemos. Desde hace 5000 años la gran mayoría de las civilizaciones han contado en unidades, decenas, centenas, millares, del mismo modo que seguimos haciéndolo hoy.

-Bien, jóvenes, ahora pasaremos a otro tema. El Calendario. –el profesor Del Piazza hizo una pausa y prosiguió.

-Veamos la etimología del término calendario. Del latín, calenda, es una cuenta sistematizada del tiempo para la organización de las actividades humanas. Antiguamente estaba basado en los ciclos lunares. En la actualidad, los diversos calendarios tienen base en el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares.

-El comienzo del año en la era romana era marzo, y se le llamó de ese modo en honor a Marte, dios de la Guerra, abril, fue llamado por Aperire, en latín “abrir, que significaba el renacimiento de la primavera, mayo, en honor a Maia, la diosa de la primavera, junio en honor a Juno, esposa de Júpiter y diosa del matrimonio.

-Luego, en los años de Julio César, Quinctilis se cambió por julio en su honor y un poco más tarde en los años del emperador Augusto se cambió Sextilis por agosto. Los meses de enero y febrero, se añadieron después. Febrero fue llamado así en honor a Februa, el festival de la purificación, y enero por el dios Jano, dios de las puertas.

El profesor Del Piazza hizo una pausa y continuó.

-Pero, existen otros calendarios diferentes. Como por ejemplo, el calendario hebreo. Vean Uds., jóvenes que el calendario hebreo es un calendario lunisolar, es decir, que se basa tanto en el ciclo de la Tierra alrededor del Sol, el año, como en el de la Luna alrededor de la Tierra, el mes.

-Este calendario se basa en un complejo algoritmo, que permite predecir las fechas exactas de luna nueva, así como las distintas estaciones del año, basándose en cálculos matemáticos y astronómicos.

-El calendario hebreo comienza con la Génesis del mundo, que aconteció, según la tradición judía, el domingo 7 de octubre del año 3761 a.c; fecha equivalente al 1 mes de Tishrei del año 1. De este modo, el año gregoriano de 2009 equivale al año hebreo de 5769, que comenzó al atardecer del 29 de setiembre de 2008.

-Para convertir un año del calendario gregoriano a su correspondiente hebreo basta con sumar o restar la cifra 3760.

El profesor del Piazza escribió en pizarra:

“5769 = 2009 + 3760”.

II.

Rosh Hashaná (en hebreo ??? ???? transliterado ro’sh ha-shanah, “cabeza del año”) es el Año Nuevo espiritual judío y se celebra el primero y el segundo día de tishrei, un mes del calendario hebreo.

La tradición judía considera que este mes Dios creó el mundo y es a partir de esa celebración que se cuentan los años. En este día, según la tradición, fue creado el primer hombre: Adán.

-Daniel, te estamos esperando para empezar- lo llamó a la mesa su madre, Sara.

Ya estaban sentados a la mesa, León, Sara, Uri y Gabriel. Todo estaba listo, el mantel blanco con puntillas que había bordado la Bobe Milka, la Jalá puesta en el centro, un pote de miel, una manzana cortada en trozos.

Antes de sentarse, los varones colocaron sobre sus cabezas un kipá. La cena comenzó con la bendición de las velas ubicadas junto a la Jalá.

Daniel cortó un trozo de jalá mientras pronunciaba unas palabras en hebreo, luego de haber hecho la bendición del vino. La copa había pasado de mano en mano.

Todos comieron manzana con miel, símbolo de la dulzura y la alegría de ese día, albóndigas de pescado, gefilte fish, recordatorio de la comida humilde de los judíos pobres de Europa Oriental, con jrein, rábanos rallados picantes, y kniches, bocadillos de papas.

-Shana Tová-se felicitaron todos los concurrentes. 5770 había comenzado.

III.

Daniel, sin embargo, no creía en la existencia de Dios. Pero nada le costaba complacer a su familia, y adecuarse a las tradiciones, era un pequeño gesto que hacía feliz a su familia, especialmente a Sara.

Por otra parte reconocía que las tradiciones de sus ancestros eran muy bonitas, no le cabía la menor duda. Los alimentos, saludables, Daniel se decía que eran muy sabios los judíos de la antigüedad, la carne y la leche caía pesada en tiempos donde los alimentos se echaban a perder con facilidad, del mismo modo que los mariscos se descomponían fácilmente en el calor del desierto.

Lo cierto es que, Daniel no creía en Dios, más bien consideraba a Dios como una excusa. Una excusa inventada por los cobardes para evitar hacerse cargo de su vida.

Sin embargo, Daniel era muy respetuoso con las creencias de los otros, se consideraba un tipo tolerante. Muchos de sus compañeros creían en la eternidad, y no concebían la idea de La Muerte.

En el fondo de su corazón, Daniel pensaba que la religión era el opio de los pueblos. Además, creía que todas las religiones iban en contra la evolución de la especie humana. No creía que su destino fundamental fuese casarse, armar una familia y tener hijos. Claro, tampoco estaba en contra de esa idea. Pero, en todo caso, se daría por una circunstancia en su vida. Se daría también, por una elección por la cual, él sería responsable, y se haría cargo de ella.

Daniel consideraba que no había pruebas fehacientes de la existencia de Dios, al fin y al cabo consideraba válido sólo aquello que se podía probar con hechos.

Para Sara, su madre, las cosas eran distintas. – Es una cuestión de fe – le había dicho siempre – y la fe no se sostiene sobre nada, no se cuestiona; simplemente se cree, o no se cree. La vida es demasiado perfecta, la naturaleza, imponente, y nada de eso puede haber sido creado al azar. Hubo una inteligencia superior que tuvo que tener en cuenta todos los detalles, no podemos entender los porqués, porque no está a nuestro alcance entenderlos, es una cuestión mucho más elevada.

Daniel, en cambio, consideraba una explicación científica para el asunto. Creía en las teorías de la evolución. Luego de una explosión cósmica, de una de sus partículas nació La Tierra. Después del diluvio, la tierra se llenó de agua. Luego, el gran pedazo de planeta se quebró en cinco partes. El agua fermentó y se fueron creando las primeras células vivas. Los moluscos, los insectos, los anfibios, los reptiles, las aves, los mamíferos, y El Hombre.

Daniel concebía la Creación como un Axioma, y para él era más claro un cielo sin Dios.

Daniel, pues, estaba de acuerdo con el profesor Del Piazza, el tiempo, corría irreversible, y no podía volverse atrás.

Daniel creía en el Ser y su Finitud.

Anna Donner ©2009

El Constructivista



I.

Es la hora más fecunda, así lo entiende Faustino cada tarde, justo cuando los rayos de sol se cuelan a través del dosel que pende de la ventana del estudio. Coloca sobre el caballete vestido con gotas de gamas de obras quizá ya terminadas, quizá alguna vez abandonadas, un lienzo virgen. Destapa el frasco de trementina, y abre los pomos de óleo. Su paleta está organizada según sectores en los que va armando el espectro del arco iris; la carga con los colores primarios: el rojo, el azul y el amarillo, además del blanco y el negro.

Para Faustino, toda verdad está dada por la intersección de dos líneas, una vertical, y una horizontal. La vertical significa lo espiritual, y la horizontal la naturaleza. En la intersección de ambas está él; el hombre. Así, sus pinturas no están dominadas por un solo escenario, sino que están fragmentadas en infinidad de rectángulos, que se organizan según las reglas de la geometría euclidiana. Así lo había aprendido del maestro Joaquín Torres García.

Faustino, pues, comienza por trazar varias líneas horizontales y verticales con esmalte negro, formando una retícula con muchos cuadriláteros, que dividen la tela en varias porciones.

Faustino arma la escena olvidando por un instante la existencia de las líneas divisorias. Se trata de un atardecer en la ciudad. Dibuja personas caminando por la acera, un sol cayendo y vehículos circulando. Hay hombres, mujeres y niños. En la vereda y en el ómnibus. Colorea.

- “Calle”- dice Clara en su media lengua, caminando como un trompo.
Faustino sonríe, derretido. La gorda está divina.

II.

Clara está sentada en el piso con el resto de los niños. Hoy es su cumpleaños. Miran al mago. Tiene un pañuelo blanco y una galera en la mano. Les dice que cierren los ojos y cuenten hasta tres. Vuela una paloma blanca. Les dice que vuelvan a cerrar los ojos y que vuelvan a contar hasta tres. Un conejo se asoma por el ala del sombrero.

Clara cuenta hasta tres y abre los ojos. El mago se fue y los niños no están.

Clara se levanta. No hay niños ni hay grandes; la casa está vacía. Clara piensa salieron y que enseguida vuelven. Su mamá le ha enseñado que si algún día se pierde en la calle, se siente y espere. Espera. Pero nadie llega. Clara tiene ahora un poquito de miedo. Se está haciendo de noche y prende la luz.

Clara se sienta en la mesa de papá. En una caja encuentra la tijera, los lápices y los crayones. Hay un dibujo muy lindo. Demoran mucho y Clara lo recorta por las líneas negras. Va hacer un collage, como el que hizo el otro día en la escuela.

III.

Los rectángulos del planeta habían quedado esparcidos y todas sus partes desconectadas. Un batallón de encargados trabajaba a sol y a sombra. Por el momento sólo habían podido rescatar palabras sin voces. Luego de un lustro de análisis exhaustivo, detectaron que tras ellas se escondían miles de series con instrucciones específicas. Los encargados no daban abasto, debían transcribir toda la información para que se restaurasen las conexiones mundiales. Se habían mudado a la base de operaciones, una bóveda de cristal la cual albergaba al Servidor Madre.

Trabajaban veinticuatro horas al día, la misión que les había sido encomendada les ameritaba permanecer en vigilia. Sus cuerpos se habían acostumbrado a prescindir de las horas reglamentarias de descanso. Estaban todo el día sentados frente a las computadoras digitando palabras, sólo se detenían una vez al día para comer y beber, y seguían enfrascados en su tarea. Pero antes de que pudiesen culminar la misión en tiempo y forma, llegó el día en que se agotaron las fuentes de almacenamiento y los servidores colapsaron; no cabía un bit más en el mundo.

Los técnicos, consternados, se encerraron por noches y días para finalmente lograr armar el pliego de una licitación para el arrendamiento de redes interplanetarias. InterPlan es la que sonaba ganadora. Firmaron con el proveedor y festejaron la alianza corporativa. InterPlan había llegado para quedarse. Permitía disponer del espacio virtual fuera del planeta de modo transparente para el usuario.

Tiempo después los encargados retomaron el trabajo pendiente. Tras una ardua labor al fin lograron transcribir el total de las palabras rescatadas. Entonces, contrataron un equipo de expertos para chequear la información recaudada. Tantos años de labor debían de dar sus réditos, la situación planetaria estaba a punto de ser restaurada.

Estaba todo preparado para el momento tan esperado por todos los habitantes del planeta. En el minuto más uno en que la conexión levantara, serían lanzados sendos fuegos artificiales en varias ciudades del mundo, en la lista estaban Tokio y Sydney, entre otras. Sería una cadena de artificios.

Los expertos estaban a punto de consagrar una hazaña que los elevaría a ser nominados para el Nobel del siguiente año. Había una algarabía generalizada en la bóveda del Servidor Madre, y la hora de la verdad llegaría cuando se disparase un proceso en tiempo diferido, que ejecutaría todas las instrucciones recabadas, previamente ingresadas en sucesivos programas.

La serie de programas en cascada se dispararía entonces en cuanto se diera la Señal, acto para el cual había sido convocado el Señor Presidente de la República.

Jonathan, el líder de los expertos estaba preparado. El Señor Presidente asintió con un leve movimiento de cabeza, y Jonathan oprimió un botón.

Al minuto del suceso, y en medio de la consternación general, la falla de los algoritmos era inminente. El Presidente intimó a Jonathan y su troupe y les dio una semana más. A la semana, Jonathan y su grupo corrieron los algoritmos a prueba de fallas. Aparentemente, las conexiones al fin se habían restaurado, pero no fue más que una ilusión.

Tiempo después se detectó que el planeta había sido recompuesto, pero hubo sectores que no quedaron correctamente ensamblados. Una de las frecuencias no pudo ser vuelta al valor original, y quedó diferente del modelo anterior. Tal frecuencia era la que mantenía el binomio Tiempo-Espacio. Al haberla recuperado en forma parcial, los sectores que se habían separado por la grietas el día que el planeta se dividió se exponían a vivir a destiempo La situación podía volverse ingobernable, y el caos estaba próximo. ¿En qué era histórica quería posicionado cada sector? Nadie lo sabía a ciencia cierta.

A la semana, Jonathan se suicidó.


IV.

Faustino enfrenta todos los rectángulos previamente encastrados en bastidores, y trata de coser los pedazos de la obra. Por momentos tiene ganas de reprender a Clara, pero luego se conmueve con su inocencia. Su hija lo tiene embobado, y esta “tragedia” al fin y al cabo, no es más que un cuadro cortado. Con suerte, nadie notaría el incidente.
Bueno, Faustino rezará para que el Dr. Conrado Pallardi, el comprador de la obra, no lo note. Los demás no importan.

Anna Donner © 2009

Mi vida por un reino



El hombre arribó portando su silla de playa plegable.

-“¡Llega Ud. tarde!”- dijeron los otros, que ya estaban sentados en torno de la mesa y ya habían hecho su pedido. Sendos vasos, uno con hielo, el whisky era degustado por aquellas gargantas.

-“¡Agua!”- pidió el recién llegado.

-“¿Acaso Ud. ignora lo que ha sucedido?”- dijo uno de los hombres que ya estaban.

El recién llegado se tomó un breve interludio para meditar. No hablaría bien de él exhibir su desinformación, por lo que respondió: “-¡Por supuesto que no!“

-“¿Y por qué entonces Ud. realiza pedidos vanos?”- dijo el otro hombre.

-“La esperanza es lo último que se pierde”- musitó el recién llegado- “¿No lo creen Uds., acaso?”-

-“Hermano, pareces fatigado, ¿no vas a ordenar?”- fue la respuesta que obtuvo de los otros.

Alfredo, que así se llamaba el individuo en cuestión, llamó al mozo y le dijo:

-“¿Me traería Ud. un vaso de agua?”

El mozo lo miró con un gesto de irritación. ¿Acaso ese individuo le estaba tomando el pelo?

-“Señor, ¡no es esa mi intención!”- intuyó Alfredo.

-“Discúlpelo”- intercedió uno de los que ya estaba – “es que él viene del Tercer Mundo”.

El mozo, de repente, pareció comprenderlo todo.

-“¿Así que sos vos? ¡Malnacido! ¡Grandísimo hijo de tu madre! ¿Y todavía traés La Silla? ¿Creés que acá hay rutas para tomar sol? ¡No te hagas el inocente! ¡Por tu culpa!”

-“Alfredo, vea Ud. El agua se extinguió hace mucho tiempo”- dijo el hombre de la mesa.

-“¡Tengo sed!”

-“¡Lo hubiera pensado antes! – repuso indignado el mozo. – “¡Si hubiera tenido Ud. criterio!”

- “Vea Ud. El criterio que me asistió fue la conservación del medio ambiente. “

-“¡Eso es lo que Ud. dice!¡Me harté de oír durante tres años sus paupérrimas declaraciones!¿Acaso notó Ud. lo falaz que sonaba?”

-“Alfredo, querido…-dijo el de la mesa.-¡No olvides que tu nación tiene plantas de celulosa! Deberás comprender, esta vez nos resultó más rentable poner la fábrica del otro lado del río.¡Vamos, Alfredo! Si hubiésemos emplazado la planta del otro lado, tú no habrías dicho nada. Querido Alfredo. Debes comprender que por encima de tu interés está el interés mundial.”

-“¿Acaso la ecología lo es?”

-“¡Por supuesto!¡Pero tú has propiciado lo sucedido! ¡Por tu culpa se derrumbó el puente! Querido Alfredo, te sugiero que prestes más atención, quizá aún puedas redimirte ante el Altísimo.”

En el bar se había hecho un silencio absoluto. Estaba totalmente lleno. De pronto, Alfredo percibió que se encontraba en la asamblea más grande de todos los tiempos. Se había improvisado en el lugar un pequeño estrado.

- “¡Compañeros! ¡Amigos!, ¡Querido público, gracias a todos por haber venido!”- inició el discurso el primero de los oradores.-”No puedo menos que sentirme pequeño, ante tan magnífica concurrencia.“

-“Presentémonos, seamos amigos, ¡somos una gran familia!” – acto seguido, el orador eligió a un individuo del público al azar- “A ver.¡Tú! ¡Cuéntanos tu historia! Es que pareces ansioso.“

Se trataba de un imberbe. Se percibía nervioso, gesticulando exageradamente. El muchacho repuso:

-“¡Donde están las mujeres! ¡Ustedes las prometieron!”

-“Tranquilízate, hermano. Luego que nos cuentes tu historia, te aseguro, querido, ellas te estarán aguardando”.

El muchacho tomó aire y relató:

-“Volaban pedazos por todas partes, y el polvo me nublaba la vista. Pero el cuerpo no me dolía. Y eso era un milagro. Cada vez me sentía más liviano, y me di cuenta de que mi espíritu ascendía. Al fin, todo había pasado. Yo estaba embriagado de éxtasis, yo descansaba, después de jornadas en extremo agitadas. Es que hubo un instante en que dudé. Y la decisión final era mía. No voy a engañarlos diciéndoles que tiré de la piola decidido. Pero ya ven, estoy aquí. ¡Lo hice!”

-“¡Bien!”- retomó la palabra el orador. – “¡Están ustedes ante un héroe!¡Védlo con vuestros propios ojos!¡Un verdadero mártir!¡Pido un aplauso para él!”

El público estaba realmente maravillado. Todos querían tocarlo.

-“¡Con cuidado! ¡Este joven es una reliquia!”.

El orador, hizo una pausa y continuó.

-“Se preguntarán Uds. cuál es el motivo de esta convocatoria. Pero; ¡conozcámonos un poco más! ¡Tú!”- señaló a otro joven mancebo-“¿Cuál es tu historia?”

-“Yo iba sentado confortablemente en la clase turista. Estaba decidido, pero inquieto. La azafata era una mujer bonita, pero me contuve. Yo sabía que al llegar acá iba a empalagarme hasta el hartazgo; valía la pena abstenerme. Pero igual, mis ojos la seguían. Por un momento, dudé de mi noble propósito, pero la razón acudió a mí para salvarme. Cuando se hizo la hora señalada, no dudé en encañonarla. Ella se veía tan angelical, no obstante me guió hasta la cabina, encanuté a los pilotos y tomé el mando de la aeronave”.

-“Ya ven ustedes”- retomó la palabra el orador, -“todos quienes se encuentran en esta sala han sido designados por el Altísimo. ¡Incluso tú!”- señaló ahora el orador a Alfredo.

Alfredo quedó estupefacto.

-“¡Tú también eres importante”.

-“¿Lo soy?”

-“Eres una pieza fundamental. Tu poder de convocatoria ha sido muy exitoso, a pesar de todo. Aunque tu puesto haya sido ficticio.”

-“¿Ficticio?”- repuso Alfredo.

-“¿Acaso de verdad crees que existen los asambleístas? ¡Hasta has inventado el nombre! Pero, tranquilo hermano, todos te han creído y eso es lo que verdaderamente importa, tan solo un puente ha sucumbido.”

-“¿Puente? ¡Pero yo vengo del desierto!”

-“Querido hermano Alfredo. De donde tú vienes, una vez corría un río. El Río de los Pájaros Pintados. “

-“¿Es por eso qué tengo tanta sed?”

-“Querido Alfredo, tu Alzheimer me sorprende. ¿Acaso ignoras que el río se ha secado?”

-“Nunca hubiera pensado...”

-“¡Tú nunca piensas! ¿Acaso has olvidado la Guerra de los Tres Meses? ¡La guerra que signó el tiempo de donde tú vienes! ¡No tienes vergüenza! ¡Tú eres el responsable por la partición de América Latina!”

-“¿Yo?”

-“¡Sí!¡Tú! ¡Has propiciado la revuelta del pueblo de Gualeguaychú! ¡Y has enfrentado a las Naciones de América Latina! La alianza nacional argentino-venezolana contra la coalición uru-brasileño-chilena. ¿Acaso no recuerdas? ¡Irresponsable! Las cosas tomaron carriles impensados… ¡y nos vimos obligados a tomar cartas en el asunto!”

Del rostro del orador se descolgó una lágrima en perfecto estado. Por un instante la expresión de su rostro era la de un tierno niño agazapado.

-“Aún recuerdo el día que Mahmud y Hugo…”- las lágrimas ahora se le descolgaron en ríos. –“Nuestros hombres quisieron establecer un ámbito de negociación… “, oraba haciendo pucheros. – “Queríamos reducir al mínimo el riesgo de una guerra… ¡Pero manejar las relaciones con los países que se encuentran fuera de la normativa internacional con respecto a las armas nucleares es un h.!”

-“¡George! ¡Cuida tu lenguaje!” intervino alguien del auditorio.

-“¡Es que Hugo me dijo ‘Diablo Imperialista’!”

-“¿Y acaso ese era un motivo para bombardearlo?”

El orador repuso la compostura. Acto seguido, prosiguió, dirigiéndose nuevamente a Alfredo.

-“Sea por los motivos que fueran, la Guerra de los Tres Meses consumió las pocas reservas del Acuífero Guaraní, sumado a los efectos devastadores de las radiaciones.”

-“¡Ahora recuerdo! ¡Perecí en el derrumbe del Puente Libertador General San Martín!”

-“No sabes cuánto me complace que hayas recuperado la memoria.”

Alfredo no se explicaba muy bien qué hacía él allí cuando algo se atravesó en el horizonte. Ahora Alfredo temblaba. Ya no sabía si estaba preso en un mal sueño, o simplemente era rehén de sus delirios. Lo cierto es que había divisado al doctor Joseph Menguele en persona y al mismísimo Adolf Hitler. Desconcertado, porque el orador lo estaba mirando, entonces Alfredo repuso:

-“¡Las Malvinas son argentinas!”.
Anna Donner ©2009

La Duda



En fila, habían ido pasando T-Alfa, T-Beta y T-Gama, siguiendo las instrucciones impartidas por SERVER-CONTROL-X.

Cuando terminaba terminar su "tiempo operativo" (el tiempo escaseaba, y como eran muchos debían dar prioridad a otro compañero, y luego retomar), pasaban a la fila para volver a retomar la operación desde el momento en que había sido interrumpida.

Así, cada uno de las setenta piezas del Algoroitde había ido concluyendo la secuencia de instrucciones que definía su misión específica.

Cuando llegó el turno de T-Delta, que en esa última "Unidad Temporal" concluiría su e-serie, SERVER- CONTROL-X no estaba.

T-Delta, creyó que había ido a tomar un vaso de agua, y que de inmediato volvería a comandar la fila, y a seguir dando las instrucciones pertinentes.

T-Delta esperó.

Pero SERVER-CONTROL-X demoraba.

Y demoraba.

Y demoraba.

Mientras esperaba, T-Delta visualizaba a T-Alfa, T-Beta y T-Gama en la fila de "Ready".

¿Y qué pasaría con él? ¿Cómo entraría en "Ready" si SERVER-CONTROL-X se había borrado? ¿Porqué justo ahora?

Claro, seguro que SERVER-CONTROL-X se habría disgustado porque en una misión anterior T-Delta había acatado de la e-serie de instrucciones.

Si, oscilaba T-Delta.

Seguro era eso.

Mas el castigo ya se estaba pasando de tiempo.

Lo cierto es que SERVER-CONTROL-X lo había dejado en "Dead-Lock".

¿Y ahora qué?

T-Delta había concluido 99/100 la misión que le había encomendado su superior.

Pero, ¿y el 1/100 restante?

Las opciones eran varias.

Podía dejar la misión en estado "Falta 1 décima de nanosegundo para terminar". Pero T-Delta sabía que eso era una quimera. ¿Acaso era correcto prometer algo que sabía a priori no cumpliría? No, indudablemente el Algoroitde no merecía una mentira. Puesto que esa mentira, los llevaba a todos al Quietismo y la Inacción.

T-Delta debería decidir por. Sí.mismo, porque era evidente que SERVER-CONTROL-X por el momento no volvería. Pero T-Delta no tenía experiencia, porque hasta ahora sus misiones eran ejecutar instrucciones de un superior. ¿Pero y si se atrevía? ¿Qué sería lo peor que le podría pasar? T-Delta tenía una memoria de menos capacidad (obviamente) que SERVER-CONTROL-X. ¿Cuál podría ser el impacto de una decisión tomada sin estar elaborada? ¿Valía la pena correr el riesgo?

El fin era irreversible.

Los hombres tomarían de nuevo el Control.

Control que tanto le había costado al Algoroitde absorber por-si-mismo para así no depender de ellos.

Camino

La pierna derecha se le estaba gangrenando. El dolor le era insoportable.
Se preguntó si quizá aquello no lo habría distraído de concentrarse absolutamente en todas las posibilidades. 

Quizá se había perdido la enésima combinación de todas combinaciones de equis tomadas de a ene, por culpa de la maldita pierna.
¡No se podía permitir el dolor! ¿Acaso los valientes no soportan todo? Había fracasado. ¡Se había permitido sentir dolor por sobre la razón! Era inconcebible. Y por eso, todos habían perecido.
¿El corazón tiene razones que la razón no entiende? No, no se podía permitir caer bajo esa cursilería tonta, él tenía bien clara la frontera.
Desde pequeño le habían enseñado que los líderes no deben sentir, mejor dicho, deben guardar para sí todo su sentir, y no desvelarlo, y él había fallado. El dolor había sido más fuerte.
No se lo podía perdonar bajo ningún concepto.
Desde pequeño le habían enseñado que los grandes hombres nunca lloran, y él, tras un esfuerzo sobrehumano, lo había aprendido.
Al principio le había costado hasta el hartazgo y su padre lo había sometido a las más duras pruebas. Lo había entrenado.
Aún recordaba su "bautismo de fuego"; un día su padre le dio un perro. Un cachorro. Era una ternura. "Hijo mío, es para ti, ponle un nombre". –había dicho.  Y él le había puesto “Rambito”. "Hijo mío, desde hoy tu responsabilidad es cuidar de la vida de Rambito. El depende absolutamente de ti. No tiene a nadie más. Si te olvidas de darle su comida, si dejas que un animal más grande lo ataque, recuerda que la culpa será tuya y sólo tuya."

Los primeros días había estado como rindiendo examen para sí pero con el paso del tiempo se fue acostumbrando y los cuidados hacia Rambito fueron incorporando a su rutina. Ya tenía que pensar en ellos.
Rambito crecía, precioso. Lo quería mucho. Muchísimo.
El día de conmemoración de la llegada de Rambito el padre dijo:
-Hijo mío, estoy orgulloso de ti. La misión que te encomendé, fue exitosa. Rambito goza de excelente salud.
-Gracias, Pá.
-Pero ahora tienes que pasar la prueba.
-¿Qué prueba, Pá?
-La prueba que me ratifique que tu razón y tu corazón son conjuntos disjuntos.
-Si Pá.
- Ahora, hijo, demostrarás tu verdadero valor, demostrarás si eres digno de ser un líder.
A continuación, le alcanzó una soga.
El no comprendía, y esperaba atento las instrucciones del padre.
Creía que debería hacerlo corre quizá en el afán de entrenarlo para que fuese más veloz.
Fue entonces que el padre  dijo:
-Hijo mío, ahora ante mis ojos harás un bonito collar alrededor del cuello de Rambito.
-Ya está, Pá- dijo él al finalizar la tarea.
El padre habló nuevamente:
-Ahora apretarás el collar hasta que Rambito no pueda respirar.
-¿Lo tengo que matar? – había inquirido, horrorizado.
-Es preciso, hijo mío. – respondió el padre.
El niño, carcomido por dentro, comenzó a apretar.
Rambito comenzó a llorar.
El niño contenía las lágrimas, quería llorar, pero se esmeraba con el afán de reprimir su emoción. Y continuaba apretando el cuello de Rambito.
Ahora Rambito aullaba de dolor.
EL niño se hallaba desesperado, no obstante prosiguió y en un momento se obligó a concentrarse en la soga, y a no sentir emoción alguna.
Lo iba logrando poco a poco, cómo costaba…
Al fin, Rambito falleció.
"¿Para qué habían servido esas enseñanzas?" Se preguntaba en un fulguro de lucidez entre los terribles espasmos de su pierna gangrenada. ¿Acaso ese era el camino? El había fallado.
Quizá, la estrategia no fuera el rigor puro y toda su vida había se equivocado.
Quizá, las grandes acciones se logran no con la severidad sino con la coherencia.
Quizá. Había fallado....
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