Mi vida por un reino



El hombre arribó portando su silla de playa plegable.

-“¡Llega Ud. tarde!”- dijeron los otros, que ya estaban sentados en torno de la mesa y ya habían hecho su pedido. Sendos vasos, uno con hielo, el whisky era degustado por aquellas gargantas.

-“¡Agua!”- pidió el recién llegado.

-“¿Acaso Ud. ignora lo que ha sucedido?”- dijo uno de los hombres que ya estaban.

El recién llegado se tomó un breve interludio para meditar. No hablaría bien de él exhibir su desinformación, por lo que respondió: “-¡Por supuesto que no!“

-“¿Y por qué entonces Ud. realiza pedidos vanos?”- dijo el otro hombre.

-“La esperanza es lo último que se pierde”- musitó el recién llegado- “¿No lo creen Uds., acaso?”-

-“Hermano, pareces fatigado, ¿no vas a ordenar?”- fue la respuesta que obtuvo de los otros.

Alfredo, que así se llamaba el individuo en cuestión, llamó al mozo y le dijo:

-“¿Me traería Ud. un vaso de agua?”

El mozo lo miró con un gesto de irritación. ¿Acaso ese individuo le estaba tomando el pelo?

-“Señor, ¡no es esa mi intención!”- intuyó Alfredo.

-“Discúlpelo”- intercedió uno de los que ya estaba – “es que él viene del Tercer Mundo”.

El mozo, de repente, pareció comprenderlo todo.

-“¿Así que sos vos? ¡Malnacido! ¡Grandísimo hijo de tu madre! ¿Y todavía traés La Silla? ¿Creés que acá hay rutas para tomar sol? ¡No te hagas el inocente! ¡Por tu culpa!”

-“Alfredo, vea Ud. El agua se extinguió hace mucho tiempo”- dijo el hombre de la mesa.

-“¡Tengo sed!”

-“¡Lo hubiera pensado antes! – repuso indignado el mozo. – “¡Si hubiera tenido Ud. criterio!”

- “Vea Ud. El criterio que me asistió fue la conservación del medio ambiente. “

-“¡Eso es lo que Ud. dice!¡Me harté de oír durante tres años sus paupérrimas declaraciones!¿Acaso notó Ud. lo falaz que sonaba?”

-“Alfredo, querido…-dijo el de la mesa.-¡No olvides que tu nación tiene plantas de celulosa! Deberás comprender, esta vez nos resultó más rentable poner la fábrica del otro lado del río.¡Vamos, Alfredo! Si hubiésemos emplazado la planta del otro lado, tú no habrías dicho nada. Querido Alfredo. Debes comprender que por encima de tu interés está el interés mundial.”

-“¿Acaso la ecología lo es?”

-“¡Por supuesto!¡Pero tú has propiciado lo sucedido! ¡Por tu culpa se derrumbó el puente! Querido Alfredo, te sugiero que prestes más atención, quizá aún puedas redimirte ante el Altísimo.”

En el bar se había hecho un silencio absoluto. Estaba totalmente lleno. De pronto, Alfredo percibió que se encontraba en la asamblea más grande de todos los tiempos. Se había improvisado en el lugar un pequeño estrado.

- “¡Compañeros! ¡Amigos!, ¡Querido público, gracias a todos por haber venido!”- inició el discurso el primero de los oradores.-”No puedo menos que sentirme pequeño, ante tan magnífica concurrencia.“

-“Presentémonos, seamos amigos, ¡somos una gran familia!” – acto seguido, el orador eligió a un individuo del público al azar- “A ver.¡Tú! ¡Cuéntanos tu historia! Es que pareces ansioso.“

Se trataba de un imberbe. Se percibía nervioso, gesticulando exageradamente. El muchacho repuso:

-“¡Donde están las mujeres! ¡Ustedes las prometieron!”

-“Tranquilízate, hermano. Luego que nos cuentes tu historia, te aseguro, querido, ellas te estarán aguardando”.

El muchacho tomó aire y relató:

-“Volaban pedazos por todas partes, y el polvo me nublaba la vista. Pero el cuerpo no me dolía. Y eso era un milagro. Cada vez me sentía más liviano, y me di cuenta de que mi espíritu ascendía. Al fin, todo había pasado. Yo estaba embriagado de éxtasis, yo descansaba, después de jornadas en extremo agitadas. Es que hubo un instante en que dudé. Y la decisión final era mía. No voy a engañarlos diciéndoles que tiré de la piola decidido. Pero ya ven, estoy aquí. ¡Lo hice!”

-“¡Bien!”- retomó la palabra el orador. – “¡Están ustedes ante un héroe!¡Védlo con vuestros propios ojos!¡Un verdadero mártir!¡Pido un aplauso para él!”

El público estaba realmente maravillado. Todos querían tocarlo.

-“¡Con cuidado! ¡Este joven es una reliquia!”.

El orador, hizo una pausa y continuó.

-“Se preguntarán Uds. cuál es el motivo de esta convocatoria. Pero; ¡conozcámonos un poco más! ¡Tú!”- señaló a otro joven mancebo-“¿Cuál es tu historia?”

-“Yo iba sentado confortablemente en la clase turista. Estaba decidido, pero inquieto. La azafata era una mujer bonita, pero me contuve. Yo sabía que al llegar acá iba a empalagarme hasta el hartazgo; valía la pena abstenerme. Pero igual, mis ojos la seguían. Por un momento, dudé de mi noble propósito, pero la razón acudió a mí para salvarme. Cuando se hizo la hora señalada, no dudé en encañonarla. Ella se veía tan angelical, no obstante me guió hasta la cabina, encanuté a los pilotos y tomé el mando de la aeronave”.

-“Ya ven ustedes”- retomó la palabra el orador, -“todos quienes se encuentran en esta sala han sido designados por el Altísimo. ¡Incluso tú!”- señaló ahora el orador a Alfredo.

Alfredo quedó estupefacto.

-“¡Tú también eres importante”.

-“¿Lo soy?”

-“Eres una pieza fundamental. Tu poder de convocatoria ha sido muy exitoso, a pesar de todo. Aunque tu puesto haya sido ficticio.”

-“¿Ficticio?”- repuso Alfredo.

-“¿Acaso de verdad crees que existen los asambleístas? ¡Hasta has inventado el nombre! Pero, tranquilo hermano, todos te han creído y eso es lo que verdaderamente importa, tan solo un puente ha sucumbido.”

-“¿Puente? ¡Pero yo vengo del desierto!”

-“Querido hermano Alfredo. De donde tú vienes, una vez corría un río. El Río de los Pájaros Pintados. “

-“¿Es por eso qué tengo tanta sed?”

-“Querido Alfredo, tu Alzheimer me sorprende. ¿Acaso ignoras que el río se ha secado?”

-“Nunca hubiera pensado...”

-“¡Tú nunca piensas! ¿Acaso has olvidado la Guerra de los Tres Meses? ¡La guerra que signó el tiempo de donde tú vienes! ¡No tienes vergüenza! ¡Tú eres el responsable por la partición de América Latina!”

-“¿Yo?”

-“¡Sí!¡Tú! ¡Has propiciado la revuelta del pueblo de Gualeguaychú! ¡Y has enfrentado a las Naciones de América Latina! La alianza nacional argentino-venezolana contra la coalición uru-brasileño-chilena. ¿Acaso no recuerdas? ¡Irresponsable! Las cosas tomaron carriles impensados… ¡y nos vimos obligados a tomar cartas en el asunto!”

Del rostro del orador se descolgó una lágrima en perfecto estado. Por un instante la expresión de su rostro era la de un tierno niño agazapado.

-“Aún recuerdo el día que Mahmud y Hugo…”- las lágrimas ahora se le descolgaron en ríos. –“Nuestros hombres quisieron establecer un ámbito de negociación… “, oraba haciendo pucheros. – “Queríamos reducir al mínimo el riesgo de una guerra… ¡Pero manejar las relaciones con los países que se encuentran fuera de la normativa internacional con respecto a las armas nucleares es un h.!”

-“¡George! ¡Cuida tu lenguaje!” intervino alguien del auditorio.

-“¡Es que Hugo me dijo ‘Diablo Imperialista’!”

-“¿Y acaso ese era un motivo para bombardearlo?”

El orador repuso la compostura. Acto seguido, prosiguió, dirigiéndose nuevamente a Alfredo.

-“Sea por los motivos que fueran, la Guerra de los Tres Meses consumió las pocas reservas del Acuífero Guaraní, sumado a los efectos devastadores de las radiaciones.”

-“¡Ahora recuerdo! ¡Perecí en el derrumbe del Puente Libertador General San Martín!”

-“No sabes cuánto me complace que hayas recuperado la memoria.”

Alfredo no se explicaba muy bien qué hacía él allí cuando algo se atravesó en el horizonte. Ahora Alfredo temblaba. Ya no sabía si estaba preso en un mal sueño, o simplemente era rehén de sus delirios. Lo cierto es que había divisado al doctor Joseph Menguele en persona y al mismísimo Adolf Hitler. Desconcertado, porque el orador lo estaba mirando, entonces Alfredo repuso:

-“¡Las Malvinas son argentinas!”.
Anna Donner ©2009
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