El Hombre de la Isla.


-Te tengo una sorpresa- dijo Verónica.
-Acabo de llegar; dejame cambiar- contestó el marido, de mal humor. Había tenido un día fatal, cargado de reuniones donde tuvo que tomar algunas decisiones drásticas. No había almorzado.
-Estás muy estresado- dijo ella.
-¡Otra vez con eso! Todos los días me decís lo mismo, ya me lo sé de memoria- dijo él, mofándose- "Tenés que ir a la clase de Yoga de mi amiga Laura, salís como de la siesta".
-Sos tan escéptico, si probaras...
-Mirá, trabajo todo el día, ¿OK?, mientras vos vas a Reiki, Meditación...tus discursos de los chakras me tienen harto.
-Yo también trabajo.
-Mirá, Verónica, no me malinterpretes, pero no podés comparar estar a cargo de una empresa, con tu "trabajo".

Verónica hizo silencio.
-No me gusta menospreciar Verónica, pero ¡todos los días lo mismo! ¡Fijate que no dejé el maletín y ya empezás!
-Si probaras una vez, te prometo - Verónica se puso de rodillas ante el marido - que nunca más te hablo ni de chakras, ni de reiki, ni de nada.
-¡Dejate de...!
-¿Qué te cuesta darme el gusto?
-¿Qué me cuesta? ¿Sabés qué pasa en la empresa cuando yo no estoy? ¿Sabés cuántas inversiones se pierden? ¡Darte "el gusto" sale caro, Verónica!
-Es muy importante...
-Verónica, ¿ves esta casa? ¿te gusta? Claro que te gusta, si te pasás hablando de la casa y de la "ambientación".
-¿Te olvidás que soy Decoradora de Interiores?
-Verónica, ya te dij..
-Saqué unos pasajes...
-¿Qué? ¿Estás loca? Yo creí que hablabas de unas horas. ¿Cómo creés que puedo irme de viaje y dejar la empresa por días?
-No es un viaje de más de un día.
-¿Pero sos tonta? ¿Cómo se te ocurre sacar pasajes para un viaje que no dura ni un día?
-Mirá, si me das el gusto, no te digo más nada.
-¡Está bien! ¡Te voy a dar el gusto! ¡Y después vos vas a traer al "Hada Mágica" para que "aparezca" el dinero perdido! A ver, mostrame los pasajes.

Verónica los puso sobre la mesa del comedor.
-Verónica, ¿me estás tomando el pelo? ¿Dónde queda esto? ¿Qué verso te vendieron? ¿Cuánto pagaste por estos pasajes?
-Vos no te preocupes. Es en el archipiélago de la Polinesia.
-¡No conozco ninguna isla con este nombre! ¿Ya pagaste los pasajes? ¡No me digas nada! ¡Ya pagaste! ¡Ta! Voy, total ya pagaste... ya no sé qué hacer con vos, si serás ingenua... mirá Verónica voy para ver qué verso me venden a Mi esos estafadores,¡ y los voy a poner en su lugar no sea cosa que mañana estafen a más mujeres que creen en cuentos de hadas!

Al día siguiente, Verónica y el marido, después de varias escalas, y traslados, subieron a un helicóptero, y descendieron en el helipuerto.
Un hombre aguardaba a la pareja.

-¿Papá, qué hacés acá?
-¿Solo eso se te ocurre decir? ¿No me das un abrazo?
-Papá, qué hacés acá...- el marido se acercó al hombre y lo abrazó. - No entiendo.
-Acá no hay robles, ni brujas, y no se ve negro.
-Papá, explicame, no entiendo.
-Mirá el cielo. Ni una nube. Mirá el agua...
-Papá, ya sé donde estamos, conozco Bora Bora.
-No, no sabés donde estamos.
-¿Donde estamos, papá?
- Esta isla es transparente, porque no es negra, no hay brujas y no hay robles, y además no tiene un lugar fijo, simplemente flota y puede moverse, es una acuarela, y todo es traslúcido, y entonces pensé en los elementos, TIERRA, AIRE, FUEGO, AGUA, y sin lugar a dudas elijo el AGUA. Acá suceden cosas que desconocés, es todo sorpresa.
- ¿Hasta dónde llega la Isla Transparente?
- No tiene principio, no tiene fin.
-¿Y cómo sé yo si estoy allí o estoy acá?
-Quizá el muro que separa la Isla Transparente de la Tierra Firme sea una pincelada de Raoul Dufy ¡estás acá hijo, y yo también estoy acá!

Anna Donner Rybak © 2011
Este cuento está dedicado a Gerardo Bleier y a la memoria de su padre, Eduardo Bleier.
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