El Beso.


I.
¡Cómo disfrutaba Will de sus paseos por la costa! Ya fuese agua dulce, o salada, río, mar u océano. Cierta magia estaba dada por la coincidencia de los sonidos emitidos por Neptuno, y el diálogo entre las gaviotas. Esa combinación exquisita era un bálsamo para Will, era Su Lugar, los arenales, o barrancos, el viento fresco acariciando su rostro.

Will caminaba por la orilla, andaba descalzo sintiendo en frescor en la planta de sus pies del líquido elemento, su hora preferida era cuando el pintor daba al cielo un toque de anaranjado, violeta, para culminar en un gris oscuro con puntitos plateados.

Will observaba esas estrellas, ya muchas habrían muerto, pero él podía verlas. ¿Cómo es eso de ver algo que ya no existía? , se debatía, incrédulo.

II.

Will regresó bien entrada la noche. Ella estaba recostada en el sofá de tela rústica, en la mesa ratona estaban depositadas sus lecturas estivales: revistas, libros de humor, ensayos de filosofía. Le gustaba alternar lecturas frívolas con las otras.

Al llegar él, ella corrió a abrazarlo:

-¿Estaba linda la playa?

- Sí, como todos los días, ¿por qué me lo preguntas?

-Porque has regresado más tarde de lo que sueles hacerlo.

-Es que no me di cuenta del paso del tiempo, el cielo tenía colores que nunca antes había visto.

-¡Will! ¡Todos los atardeceres son iguales!- rió ella.

-No me preguntes por qué, pero algo distinto había en el cielo hoy.

-Bueno, no tiene importancia, mi amor…. ¿Te has cuidado del sol? Mira que han anunciado que las radiaciones están muy fuertes.

-Mi amor, tengo más de cincuenta, pero aún no voy a morir- bromeó Will.

-¡Más te vale!- dijo ella. –No soportaría quedarme sola.

-Mi amor, es la ley de la vida. Moriré antes que tú; eres tan joven… -¿Tú qué hiciste? – le preguntó mientras le acariciaba su larga cabellera negra, tratando de cambiar de tema.

-Estuve leyendo. Y ahora estaba viendo la colección de Versace, compré la ParaTi primavera-verano 13. ¡No te enojes, Will, tengo que descasar un poco la mente!

-¿Cómo me voy a enojar? ¡Estamos de vacaciones!

-Tienes razón. Mañana comienza el verano. ¡Qué rápido pasa el tiempo!

Will la tomó en sus brazos, y la depositó en el lecho de cañas de bambú.

-¡Cuánto te amo!- le dijo y se durmieron abrazados, como todas las noches.

III.

Un aire helado le pegaba en el rostro, casi quemaba. Will se tapó con la sábana, en estado de duermevela e intentó seguir durmiendo. Comenzó a tiritar de frío. ¿Tendría fiebre? No queriendo levantarse para no pasar el resto de la noche en vela, estiró la mano intentando atrapar una manta, que tenían cerca para esas raras noches estivales en que el frío juega una mala pasada.

Todo esfuerzo había sido en vano. Will seguía aterido, sentía un aire glacial. Fue entonces, que decidió tomar conciencia y abrir los ojos.

Lo primero que llamó su atención fue que ella no estaba. Además, los postigos de la ventana de la cabaña se golpeaban, algunos estaban caídos.

-¡Annie! – llamó Will. No obtuvo respuesta.

Will seguía tiritando. Fue hasta el armario, y se puso un pullover sobre otro. Y sobre ellos su campera amarilla.

Una vez abrigado, se dirigió a la sala.

-¡Annie!- gritó mientras comprobaba que el sofá estaba hecho pedazos en un rincón, y de la mesa ratona, sólo quedaba un pedazo como rasgado.

-¡Annie, donde estás!- mas no obtuvo respuesta. Se hallaba sólo en medio del caos.

Will salió a buscarla. El temporal o lo que sea que haya sucedido durante la noche, que Will no lograba descubrir qué había sido, había arrasado con todo.

Pero lo más extraño, fue que una vez en el exterior de la cabaña, Will comprobó que había nieve.
¡Nieve! ¿Cómo podía ser? ¿Si ese día comenzaba el verano? Era el 21 de diciembre de 2012.

IV.

Will bajó al sitio que hasta la víspera, había sido una playa. Ahora, una densa capa de hielo lo cubría todo.

¿Estaba sucediendo lo que Will estaba viendo? Por un instante, se detuvo paralizado. Abrió y cerró los ojos, pronto se despertaría exaltado, y Annie le diría, como tantas otras veces: - Mi amor, tuviste otra pesadilla.

Will esperó en vano. Abrió sus ojos, y seguía en la playa helada.

Como un autómata, comenzó a caminar sin rumbo, sin divisar a ningún ser viviente por las inmediaciones.

Will caminó varias horas. Ya no sentía el frío, sino un total desconcierto.

Fue entonces, que ella apareció.

-¡Annie!-gritó, al ver la silueta con el cabello largo.

Pero Annie estaba inmóvil. Will se aproximó desesperado. Cuando intentó darle aire con sus labios, los de ella eran hielo puro.

Annie era una estatua de hielo. Will la cargó y luego de varias horas, regresó a lo que quedaba de la cabaña.

Depositó el cuerpo congelado sobre el lecho de cañas de bambú, único mueble que había quedado en pie.

Will salió de la cabaña, y escarbó bajo una montaña de nieve. Logró rescatar unas piñas. Ya en el interior, encendió el fuego.

Acercó el cuerpo de Annie, pero era inútil. El hielo no se derretía. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Cómo podía darse que el fuego permaneciese encendido y que el hielo no se hiciera agua?

V.

Habían pasado dos días. Will recorrió la zona, ¿dónde estaban sus vecinos? Era todo devastación. Ningún ratro quedaba que indicase que esa zona hasta hace cuatro días, había sido un balneario estival, con una extensa playa de arenas doradas.

Will trataba de sobrevivir, poniéndose trozos de hielo en su boca. Pacientemente, esperaba que estos se derritieran, y así, evitó morir deshidratado.

Al tercer día, vio una silueta aproximarse hacia lo que quedaba de su cabaña.

-¡Don Pedro!, ¡Don Pedro!

-¡Will! ¡Gracias a Dios! ¡Estás vivo!

-¿Qué ha sucedido?

Don Pedro trataba de evitar una lágrima que comenzaba a descolgarse por su mejilla.

-La Tierra y el Sol atravesaron un proceso de inversión del polo magnético. Will, esto ha provocado que la situación climática general, se haya invertido completamente. No sé si me entiendes, donde había calor, hay frío, no te imaginas, los pingüinos murieron calcinados, porque en la Antártida sólo hay arena.

-¿Un desierto en la Antártida?

-Si, Will, y el desierto cubierto de hielo. Tendremos que despedirnos del mundo tal como lo conocemos.

-¿Y ella?- Will señaló a Annie.

-Permanece, como tantos otros, con vida, pero su organismo se ha congelado.

Will se recostó junto a la estatua de Annie en el mueble que hasta hace unos días, era su cama, la que compartían todas las noches. Se quedó profundamente dormido.

VI.

Will abrió los ojos. Estaba recostado en una cama de una plaza, con alcolchado de cuadros. En la pared, había varios posters colgados, uno de “The Beatles”, y otro de Jim Morrison. La estatua de hielo de Annie estaba depositada junto a él.

Will se levantó. Su colección de discos de pasta estaba intacta, y en el tocadisco, había uno puesto, un L.P. de “The Doors”.

Will comprobó que el aparato funcionaba perfectamente. En la pared, estaba colgado en una percha su traje de raso que había usado en el recital de anoche. Lentamente, recordó. La policía lo había detenido, debido a su aspecto de hippie, pero luego de comprobar que su padre era el Teniente Magarelli, lo habían dejado ir.

-Pendejo, te aconsejo que no andes así vestido por la calle- le dijo un oficial. Mirá que parecés de Los Otros.

Will se levantó y se observó en el espejo del baño. Allí lo entendió. Había vuelto a ser un adolescente. ¿Cómo reviviría ahora a Annie? Ella no existía. Pero la estatua, estaba junto a él. Un fenómeno muy extraño había sucedido.

Desde aquel día, Will no había parado un instante de elaborar un plan de acción para revivir a su amada. Si sus cálculos no fallaban, lo lograría.

Repasó minuciosamente todas las fórmulas por última vez, y se recostó, escuchando “Yesterday”. Se durmió profundamente.

VII.

Will abrió los ojos. Pero la estatua de Annie había desaparecido. Desesperado, se levantó. Debía salir a buscarla. Se puso el traje de raso, porque no encontró nada más, y tenía que salir urgentemente a la calle.

Will notaba la mirada de los transeúntes. Observó a su alrededor. Nadie vestía pantalones Oxford, menos aún de raso. Sin importarle hacer el ridículo comenzó a caminar.

Will observó los automóviles. ¿Dónde estaban los cola chata de la noche anterior? Era como si a todos los hubiesen recortado. “Qué autos más raros” pensaba Will, mientras comprobaba que las mujeres, tenían los cabellos al viento, muchas con rizos rebeldes, sin fijador alguno que los detuviera.

De repente, Will se detuvo ante un escaparate. Era un negocio de electrodomésticos. ¡Los televisores transmitían todos en colores!

Entonces, Will recordó que Annie le había contado que había ido al liceo Nro. 13. Si sus cálculos no fallaban, ella debía estar allí.

Se dirigió pues, a la esquina donde Annie, muchas veces le había contado aguardaba el ómnibus para llevarla a la casa de sus padres.

Will, caminó a toda velocidad con su traje de raso. Sin importarle las miradas grotescas, llegó a la plaza donde debería estar la dichosa parada.

No cabía en sí de gozo. De repente, entre los jóvenes uniformados con pollera gris, camisa celeste y corbata bordeau, vio a Annie. La reconoció por su cabellera.

No lo dudó y se acercó.

-¡Annie!- dijo.

Todos miraron al enigmático hombre de traje de raso. Muchos comenzaron a burlarse de su indumentaria. Pero Annie, estaba ajena.

-¡Will!- dijo -¡Viniste!

-¿Querés ser mi novia?- inquirió Will.

-¿Qué otra cosa habría de querer? ¡Sí! ¡Acepto!

Anna Donner © 2010
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