Luz se había levantado temprano. Tenía la costumbre de trotar por la rambla de Pocitos a esa hora en la cual el sol aún no había salido, llevaba sus implementos deportivos “Nike”, y un Ipod para abstraerse de los ruidos que a esa hora ya había en el tráfico: vehículos que se desplazaban rápidamente generando esa polución sonora tan molesta.
Luz corría e iba contemplando la metamorfosis del cielo: de rosa, tímidamente a un anaranjado para pasar al amarillo, era la salida del astro rey. Mientras corría, pensaba en la cargada agenda del día que se anunciaba: A primera hora, reunión con el equipo de desarrollo, debían evaluar los avances del sistema informático que sería implantado en breve, ella se había comprometido con los plazos, y con los clientes. Luego, reunión con sus superiores para evaluar algunas necesidades propuestas por otros clientes, y ver la viabilidad de desarrollar o adquirir el software correspondiente.
Había dejado todo preparado, volvería a su casa, se ducharía, y vestiría el tailleur verde agua, con los zapatos de tacones negros. Como habían anunciado lluvia no olvidaría su paraguas.
Luz trotaba al ritmo de Mr. Roboto, de Styx, ese tema la sacaba de órbita, y la subía a un mundo distinto.
Así, pues, Luz trotaba al ritmo de Styx, dejándose llevar por esa música llena de energía. Iba volando por el cielo ya devenido en azul, se metía por entre los algodones de nubes, divertida salía y entraba en ellas, su peso era tan liviano…
De repente, comenzó a ponerse oscuro. Luz se dijo que sería una nube de lluvia, y no le dio importancia al hecho. Pero, la oscuridad no cedía. Luz pensó si no le convendría volver a su casa, evidentemente esa oscuridad significaba una tormenta inminente. Se detuvo un instante, y dio la vuelta.
La nube cedió y nuevamente el cielo se había puesto azul. Luz trotaba entre las nubes. De repente, se detuvo en seco. La mujer se observó. ¡Qué extraña ropa llevaba puesta! Observó extrañada la proximidad del mar y de la playa. ¿Qué hacía ella en ese lugar? ¿Qué era ese aparato que pendía de sus orejas? Se lo quitó, y lo observó extrañada.
En la playa divisó a una mujer con un vestido de bambula blanca, cabello negro y ojos azules. Bajó por la primera escalera hacia la arena y se acercó a ella.
-¿Señora, se encuentra Ud. bien?- repuso la mujer del vestido blanco.
-No sé quién soy, ni de dónde vengo- repuso Luz.
-Comprendo.
-¿Qué es lo que Ud. comprende?
-Ud. ha sido alcanzada por la radiación de la Sustancia Roja.
-No comprendo.
-Verá. A mí también me sucedió hace unos días. A partir de entonces, deambulo por la playa, buscando respuestas.
-¿Puedo acompañarla?
-Por supuesto.
Las dos mujeres comenzaron a caminar sin rumbo fijo. Una, vestida con ropa deportiva, la otra, con un vestido de bambula blanca. Iban bordeando el mar. Otras personas se fueron uniendo a esa especie de grupo que avanzaba con rumbo incierto. El grupo caminaba en dirección al oeste por la costa montevideana. Cada vez se unían más y más. Era una masa desesperada que caminaba a la deriva.
-¡Alto!- los irrumpió un Oficial. -¡No pueden andar por la calle!.
-¿Podría saberse por qué?- preguntó la mujer del vestido de bambula blanca.
-¡Porque deben de estar en cuarentena!.
-¡No comprendo!-repuso la mujer del vestido de bambula blanca.
-¿No sois conscientes de que vuestra amnesia es contagiosa?
Acto seguido, el Oficial les indicó la puerta de un barracón que se divisaba en las inmediaciones.
-¡Marchando!- ordenó.
El barracón estaba abarrotado, no cabía un solo alfiler más.
-¡Hagan lugar para “los nuevos”!-bramó el Oficial a los que allí ya se encontraban.
Luz se acomodó al lado de la mujer del vestido de bambula blanca. Muy cerca de ellas, había un señor que vestía un traje a rayas, y en su brazo derecho lucía un brazalete con una estrella de David amarilla.
-¿Por qué vistes tan raro?- inquirió Luz.
-A mi tu ropa me parece futurista, ¿qué son esos pantalones tan ajustados?- dijo el hombre del traje a rayas.
-¡Mira!- dijo Luz, señalando a otro hombre que vestía un sambenito con una llama dibujada.
Como respuesta, la mujer del vestido de bambula blanca señaló a un hidalgo con armadura y todo.
De repente, el grupo entero quedó atónito porque había divisado una cruz de madera en uno de los extremos del barracón. En ella, yacía colgado y clavado un hombre de cabello rubio y largo, con una corona de espinas.
-¡Pero este es Jesús de Nazaret!- le dijo Luz a la mujer del vestido de bambula blanca.
-¡Tienes razón!
-¡Atención! – anunció de repente un Oficial con un altavoz.
En el barracón se hizo un silencio absoluto.
-Deben de considerarse afortunados, puesto que han pasado la prueba de selección- indicó el Oficial.
-¿Selección? – inquirió la mujer del vestido de bambula blanca.
- A partir de este instante, formáis parte del Batallón de Servidores del Bien Mundial. Como veréis, es un honor pertenecer a un grupo que prestará lealtad absoluta al Cuarto Reich.
Luz observó que efectivamente, el Oficial que les hablaba, lucía el uniforme nazi y una esvástica en su brazo derecho.
-Vuestras memorias serán reprogramadas- prosiguió el oficial. –En el Reich contamos con expertos en programas de última generación, y por fin han terminado de implementar el Sistema de Reprogramación de Memorias. Ya hemos hecho los testeos con ratones blancos, y los resultados han sido exitosos, así que ahora procederemos- concluyó sin inmutarse el oficial Von Hannoverich, tal era su nombre.
-¡Habéis descansado mucho rato! Contaré hasta tres, y haréis una fila, para comenzar el procedimiento! – ordenó Von Hannoverich.
El Oficial Von Hannoverich dio paso al Ingeniero Von Raidder.
-¡Todos suyos!
Von Raider, señaló al primero de la fila.
-¡Un paso al frente!- mientras apuntaba a la masa encefálica del individuo con un lector de código de barras.
Anna Donner © 2009