La Celda.



I.

Miraba; pero no miraba. Enfocaba, difuso. Aún así, podía regocijarse con la idea de lo que veía.

No había mujer que se le resistiera. No sabría decidir a ciencia cierta, si es que las prefería rubias o morenas, lánguidas y etéreas o curvilíneas sinusoidales.

Todas eran bellas, al fin y al cabo.

Había un tiempo para la rubia, y había un tiempo para la morena.

Inexorablemente, añoraba a la que había dejado ir. Así, iba cumpliendo con los ciclos estipulados.

No había relación que le durara. Todas comenzaban, transcurrían y se evaporaban sin demasiadas penas ni glorias. Cierto entusiasmo se permitía al inicio, cuando intentaba dejarse llevar, para luego organizar el desarrollo del vínculo, minuciosamente, con sus correspondientes etapas.

Las mujeres pasaban sistemáticamente por su vida, tanto las rubias como las morenas.

Pero un día, conoció a una pelirroja. Luego del concedido entusiasmo inicial, le fue complicado organizar el vínculo. Un tipo como él no podía permitirse tal lujo, no podía comprender que había fallado. No entendía cómo se había suscitado tal incidente; ¿habría perdido el control?

La pelirroja estaba en el escritorio, en el baño, en el pote de helado, en el tubo de la pasta de dientes y en la almohada.

Lo cierto es que no podía sacarse a la pelirroja de la cabeza. Pensaba en ella todas las horas de todos los días y todas las horas de todas las noches.

Y devino lo peor; la pelirroja se esfumó y le quedó un agujero negro.

Todos sus mecanismos entraron en cortocircuito.

Sus emociones estaban a la deriva.

Entonces, cerró los ojos y se concentró.

-“¡Aha!” – les dijo.- “¿Acaso creen que yo no puedo?”

Las emociones lo miraron desafiantes.

El hombre repitió.

-“¿Acaso creen que no puedo?”.

Las emociones ahora lo miraron con sarcasmo.
Pero el hombre juntó fuerzas, y las acorraló.

-“¡Ahá!” – dijo ahora. –“¿Quién es el que no puede?”

Las emociones lo miraron ahora pusilánimes.

El hombre se regocijó.

Y contempló con beneplácito, todas las celdas.

Que estaban ocupadas por rubias, morenas, y una pelirroja.

II

El hombre en cuestión era nada menos que Patricio Inzaurraga; excelentísimo señor.

Patricio no estaba transitando por sus mejores días, el destino de sus acciones era ahora incierto. La bolsa siempre había sido para él el mejor de los mercados.

Su gesta había comenzado la mañana del 11 de setiembre del 2001. Luego de la caída de las Torres Gemelas, La Gran Manzana se había sumido en la hecatombe, bajo la connivencia del tirano George W. Bush, y la familia Bin Laden. Total, a esa hora de la mañana se podía arremeter con tranquilidad, era toda resaca tercermundista. Mataba dos pájaros de un tiro, y se ahorraba la construcción del muro con México. Es que George W. deseaba cernir sólo a los patriotas de piel blanca, y que quedaran atrapados los negros y los latinos de una vez y para siempre. Tres meses después, George W. lanzó Su campaña “No al Terrorismo”, superando todos los record de ventas impresos en la historia. El noble benefactor George W. había llamado entonces sus nobles patriotas para incursionar en territorio afgano, y posteriormente en Irak, el barril del crudo lo justificaba todo.

Por aquellos días, Patricio Inzaurraga había exhortado a los hermanos Peirano a tomar medidas urgentes. A principios del 2002, se malversaron fondos con el beneplácito del entonces presidente de la República Oriental del Uruguay, Doctor Jorge Batlle. Según documentos de época, el gobierno sabía que loa hermanos Peirano realizaban maniobras irregulares; así como del vaciamiento inminente de cuatro de los bancos más importantes del Uruguay.

Patricio Inzaurraga era un tipo de características notables. Dos veces campeón de rugby junto a los muchachos del Old Christians y auspiciante del torneo Seven de Punta del Este, desde 1989 polo de atracción deportiva y turística del principal balneario uruguayo.

Inzaurraga viajaba constantemente, por lo que no podría asignársele domicilio fijo alguno. Ya lo hemos dicho antes, era un hombre reacio a asumir compromisos. Mas, existía un suceso desafortunado en su vida.

Patricio Inzaurraga había sido maldecido durante su más tierna infancia. Su amor puro e inocente por una compañera de escuela le fue vapuleado por su compañero de banco. Inzaurraga nunca pudo sobreponerse a tal trance. Desde entonces, cargaba con el peso del nefasto incidente.

III.

Pero todo se solucionó cuando un cónclave de científicos anunció, con bombos y platillos La Sustancia Roja. Gracias a ella a los hombres les sería posible olvidar hechos específicos. Estos prestigiosos hombres de ciencia, habían logrado alterar la química del cerebro mediante la planificación sistemática del ADN, responsable del almacenamiento de las asociaciones emocionales. En un trozo de tejido se mantenían vivos los recuerdos, una célula estimulaba a otra y las neuronas se mantenían comunicadas. La Sustancia Roja podría extirpar recuerdos de corazones rotos ad gaudium, pero un exceso podría ocasionar la destrucción de la memoria.

Como era de esperarse, este lujoso químico era selecto solo de las apropiadas almas que podrían darse el lujo de abonar una cuantiosa fortuna por tan solo unos miligramos del estupefaciente.

Inzaurraga finalmente se curó de su oscuro tormento.

IV.

Habían explotado todas las burbujas punto.com, y el mundo se estaba evaporando por el inodoro.

Es que el G20 había decidido invertir millones de dólares en la Sustancia Roja, para borrar La Memoria de Los Pueblos.

Pero las cosas se les fueron de las manos y el alcance de La Sustancia Roja fue impredecible. El uso de la Sustancia Roja con fines non santos alteró para siempre el comportamiento de los individuos. Las personas cambiaban en todo momento y no se sabía quién era nadie.

Para colmo, el presupuesto destinado a esas lides se había excedido, provocándose un caos en las bolsas y había caído el precio del crudo.

George W. había caído preso en su propia celda.

Y Patricio Inzaurraga, entregado a la confianza en la inmunidad que le había otorgado La Sustancia Roja, había sucumbido a los encantos de la pelirroja.

Entonces, desesperado, Inzaurraga apeló a un último recurso.

Patricio Inzaurraga había podido rescatar de su alterada memoria los dichos del fallecido presidente John F. Kennedy: “Estados Unidos irá a la Luna no porque es fácil, sino porque es difícil”.

En una oportunidad, Inzaurraga había viajado a la Luna, tomado fotografías y jugado golf. La había recorrido en un todoterreno. Había evaluado crear hábitats especiales allí, y era inminente un proyecto de colonización futura.
Inzaurraga creía que la misión no era fácil, pero posible. Ahora un cónclave de ingenieros diseñaba a Rony, quien en el año 2012 le haría una celda en La Luna.

Anna Donner ©2009
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