De la tarde a la noche, de la noche a la mañana.


I.

-¿Te digo lo que pienso?- repuso Elizabeth.
Annie y Elizabeth estaban sentadas en la Rambla más bien hacia Kibón, había sido una tarde muy apacible, de sol, y ellas habían bajado a la costa, por supuesto, termo y mate mudos testigos de sus confidencias, revelaciones, arrepentimientos, no hay caso, el Amor es la Felicidad Sublime o la más absoluta de las Tristezas.
-Te escucho- dijo Annie.
-Mirá, voy a ser dura contigo, porque merecés que alguien te sacuda.
-¿Así que vos me vas a sacudir?
-Sí. – dijo Elizabeth. – Perdoname, pero estás haciendo el papel de una reverenda tonta.
- ¡Claro! ¡Tu soberbia te impediría pelear por el hombre que amás!- Annie estaba molesta.
-¡Es que te quiero abrir los ojos! ¡Qué creés que hace EL con tus sms y emails! ¿Acaso has recibido una respuesta?
-Es que eso no me importa.
-¿Cómo? NO entiendo, nena, ¿Y para qué escribís? ¡Te rebajás al pedo!
-La que no está entendiendo sos vos, Elizabeth. Que él no me responda no significa que no me lea.
-¿Ah, sí? ¿Y qué tenés? ¿Una bola de cristal que te dice que él lee? Te doy mi opinión, porque creo que perdiste la poca capacidad de razocinio que te queda, Annie.
-¡Dale! ¡Lanzá!
- Oíme, ¿Sos ingenua? Un tipo como ese, me dijiste que es lindo, que está bueno, ¿creés que está “solito”? ¡No seas tonta! ¡Seguro le llegan tus mensajes y emails y ni los abre, o si los abre los manda a la papelera! ¡Date cuenta!
-Yo no estoy de acuerdo con vos, Elizabeth. Yo tengo FE de que él está.

II.

-Perdón, repetime. ¿Qué palabra dijiste?
-Fe, Elizabeth.
-¿Fe? ¡No! No me digas que te hiciste católica.
-No estás entendiendo nada.
-Yo, te voy a reiterar tus dichos, porque parece, Annie, que perdiste la memoria. ¿Qué decía Annie hace un año? ¡Que jamás saldría con un tipo católico! ¿No decías que eran los que más nos habían reprimido? ¿No eras vos la que opinaba que la Iglesia era la principal represora de la sexualidad en la mujer?
-No todos son iguales, Elizabeth. El me enseñó que algo bueno hay allí.
-¡Nena! ¿Te “enseñó? Por favor, siempre decimos que dios no existe, ¿qué filósofos amamos? ¿Dónde quedó Sartre, Simone y Nietzsche? ¿O acaso ese tipo te cambió tu “pienso”?
-¡No entendés nada, Elizabeth!
-Vos olvidás muy rápido Annie. ¿Si el año pasado estabas obsesionada con escribir acerca del Santo Oficio, las flagelaciones, y la quema de judíos en la hoguera?
-Pero entendí.
-¿Qué entendiste, por dios?
-Que ser.católico no implica necesariamente aplaudir esos hechos.
-¡No seas ingenua! ¡Eso te lo dijo para quedar bien con vos!
-¡No te permito, Elizabeth! Si hubiese querido quedar bien conmigo, me habría dicho toda esa sarta de estupideces que te dicen cuando se enteran de que una es judía. “Vos sos judía pero sos bien”… Tantas veces me lo han dicho. ¡El no lo hizo!
-¡Se le habrá escapado, nena!
-¿A ver? ¿Por qué se le va “escapar”? ¿No podés simplemente pensar, Elizabeth, que la gente tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, no podés darle una oportunidad a nadie de redimirse?
-Mirá, yo creo que todos los católicos odian a los judíos. Algunos te lo dicen, y otros no. Acordate, ¿quiénes fuimos siempre? ¿Quiénes, Annie? ¡Los pérfidos judíos! ¡Así les enseñan de chicos, date cuenta!
-No creo que a todos les enseñen eso. Puede ser que a la gente del Opus. Pero para tu información hay cristianos salesianos, que son solidarios, ¿o no te acordás del Padre Perez Aguirre? Tu grave defecto, Elizabeth, es que generalizás, nena, ¡pensás en blanco y negro! ¿Y tus grises donde están?
-Oíme Annie, no quisiera que termináramos peleadas. Si yo te sacudo…
-Oíme Elizabeth, soy grande y no necesito que vos ni nadie me “sacuda”, OK?
-¡Te estás vendiendo al enemigo! ¿Te olvidaste de la Shoá? ¿Qué hizo la Iglesia por nosotros? ¿Qué hizo la Iglesia por nosotros cuando nos expulsaron Isabel y Fernando de España?
-Mirá, Elizabeth, no nos victimicemos tampoco.
-¿Qué decís? ¿Ahora te parece mal victimizarnos por la Shoá?
-No me entendés. ¿Qué estamos haciendo desde 1946 además de llorar a nuestros muertos?
-¿Vos creés que no debemos llorarlos?
-Sí, por supuesto. ¡Pero eso no nos inhabilita a hacer cualquier cosa, como excusa de que nos pasó la Shoá! ¡No te das cuenta de que muchos de nuestros correligionarios se excusan en la Shoá para dar cabida a los más abominables comportamientos! Mirá, allá mismo. ¿Viste quién está?
-¿Quién?
-Estercita Kohn. ¿Te cae bien? ¡Contestame!
-A mi no me hizo nada.
-Elizabeth, ¡no seas ingenua! Fijate cómo mira a la gente. Mirá la cara de asco que le acaba de poner al manicero. Se cree “Superior” por lucir pulseras de oro. ¿No era que nosotros no éramos racistas? ¿Y qué hacemos? ¿Dónde quedó ese refrán de “No le hagas a los demás lo que no querés que te hagan a vos”?
-Perdoname, Annie, yo no lo veo así.
- ¿No te acordás la pelea que tuve hace años en Punta del Diablo con Yanet, la prima de David? Ella me tenía… trabajaba en el museo del Holocausto en París, y se había psicotizado tanto, que cuando le dije que no éramos los únicos, que los armenios también habían tenido un genocidio, me dijo que ¡no tenía nada que ver! ¿Cómo que no tenía nada que ver? ¡Fue lo mismo! ¡Lo único que varió fue la cantidad de víctimas, pero te recuerdo que Turquía jamás reconoció el hecho! Y la perra de Yanet se ofendió. ¡Se dio el lujo de ofenderse!
-Bueno, ¿qué querés? ¿Si trabaja en el museo de la Shoa en París?
-¡Eso no la inhabilita para tener los pies sobre la tierra y ser objetiva! ¿O te olvidaste que cuando fue la Bar Mitzuá de Ariel no invitó a a la novia de Enrique porque no era judía y era medio negra?
-¡Bueno, Annie, era su fiesta y tiene derecho a no invitar a quien se le cante!
-Perdoname, NADIE tiene ningún derecho a discriminar a nadie,¿ o a vos te gusta que te discriminen como judía?
-¡Es distinto!
-¡No, Ellizabeth, no! ¡Es lo mismo. Yanet es una perra y no sé cómo Enrique le sigue hablando. Si fuera yo, no le dirijo más la palabra.
-¿Quién te creés que sos, Annie? ¿La madre de los pobres?
-Elizabeth, o te dejás de decir pavadas, porque me voy para casa.
-¡Bueno, nena! ¡Está bien! ¡Además me hiciste desviar del tema más importante!

III.

-Te escucho, Elizabeth, vos y tus “temas importantes”.
-¿Decime, te gusta hablar con un tipo que está adentro de un celular? ¿Te gusta hablar con un tipo que está adentro de una computadora? ¿Te gusta dejarle cartas, que obvio, Annie, un tipo atrapado en una computadora, o en un celular, ¡jamás te va responder! No entiendo qué gracia le ves al asunto. Estás alucinando.
-Vos no me entendés, pero yo siento que Will está conmigo. Es como que es un Will chiquito queme ve desde dentro del monitor cuando trabajo, y desde mi celular a la noche. ¡SIENTO Que está ahí!
-¡Creo que tu ex tiene razón! ¡Estás loca!
- Elizabeth, no me hables así, es la última vez que te lo digo.
- Creo que vos tenés muy mala memoria, Elizabeth.
-¿Por qué lo decís?
-¿Te acordás cuando conociste a Franz?
-¡Si me acordaré! ¡Me dio una bronca! Me dijo que su familia no tenía trato ni con judíos ni con negros.
-Yo no me hubiese enojado. ¡No te das cuenta de que es una actitud de valentía! ¿O qué hubieras preferido? ¿Qué te diga “Yo no tengo nada contra los judíos… pero”…
-Annie. Sacate la venda. Franz es un antisemita. Y punto.
-Sos tan poco tolerante…
-Para mí, alguien que “no tiene trato” con negros ni judíos, no entra en la lista de gente que aprecio.
-Eso porque nunca te cuestionaste los porqué.
-¡No necesito cuestionarme nada! ¡Está todo dicho!
-Elizabeth, justamente la verdad está en las cosas no.dichas.
-Annie, vos perdóname, pero yo con un tipo antisemita no salgo.
-¿Y porqué seguís con Franz entonces?
-¡Porque en la cama no tenemos razas ni colores! ¡Somos animales!
-Yo no estoy de acuerdo contigo, Elizabeth, en absoluto.
-Sí, Annie ya se me de memoria eso de que no podés tener sexo sin amor. Pero entérate. ¡Es una cursilería barata!
-Para mí no. Y te pido que respetes mi modo de pensar, Elizabeth, así como yo respeto el tuyo, y no te dijo qué opinión me merecés.
-¡Decilo! ¡Dale! ¿Soy una mujer barata, Annie?
-Pensalo como quieras, Elizabeth. Yo, no te dije nada. Las conclusiones son tuyas.
-Elizabeth, oíme, yo no te recrimino tu proceder con Franz, espero lo mismo de vos, y si algo de lo que hago no entendés, te aseguro que no es por ser “tonta”, como vos creés.
-¡Ay, Annie! Perdoname, estás re-pirada, te creés que un tipo desde adentro de un monitor o desde adentro de una pantalla de celular está “contigo”? ¡Es una idiotez total! Pero si esa tontería te consuela…
-Seguís agrediéndome. ¡Qué soberbia que sos, Elizabeth! ¿Acaso creés que todos tenemos que pensar como vos?
- Como yo,no, pero estúpidamente, ¡tampoco!
-¡Mirá! Yo no pienso en absoluto estúpidamente con respecto a Will.
-¿Ah, sí? ¿Y qué hacés perdiendo el tiempo con un ser preso en un monitor en vez de aceptar todas las invitaciones que tenes de personas De.verdad, que podés tocar su piel.

IV.

-¿Y?
-¿Y, qué, Annie? ¡Sos tonta, acaso!
- Elizabeth me estás haciendo perder la poca paciencia que me queda.
-Oíme, y ya que estamos para las confesiones, no sé qué mierda te ven..
-¡Elizabeth! ¡Te desconozco!
-Vos así, con tu cara de mosquita muerta, un cadáver exquisito, ambulante, más pálida que Drácula,, con ese pelo negro, y cara que casi te diría que es de boba… ¡No entiendo qué carajo te ven todos! Yo, que tengo polenta, me mato en el gimnasio, mirá mis brazos! ¡Fijate los tuyos! ¡Parecés recién salida de Treblinka!
-Vos, Elizabeth, te pasás el día pendiente de tu cuerpo, en el gimnasio, vivís para eso, mirate por favor. ¿Qué creés que sugerís con esa imagen? ¿Creés que sos delicada? ¿Crées que el botox en los labios te queda bueno? ¡No, te queda horrible! ¡Me hacés acordar a la Suller, a la Pradón, a la Cicciolina! ¿TE creés muy viva por pasar todo el verano en Punta yendo de fiesta en fiesta? ¿TE has visto a un espejo?
-Ay, Annie, ahora resulta que sos puritana. ¡Andá, nena! Te juro que te envidio, no sé qué mierda tenés, que con esa cara de paliducha, esa mirada extraviada, como en la Luna de Valencia, los tipos te invitan a salir. ¡ Y todavía tenés para elegir! ¡Y todavía no elegís a ninguno por soñar con un tipo que no te da pelota!
-¡Otra vez con lo de la pelota! ¡Qué sabrás vos!
-Ya te veo, seguro tenés sexo con el hombre del teléfono.
-¿Y si fuera así, qué?
-¿No ves lo patética que resultás? En vez de aceptar la invitación de Juan José, que tiene un lomazo, está que se parte, todavía es lindo, y vos, te das el lujo de no darle pelota.
-Juan José no me erotiza en lo más mínimo. No me mueve ni un pelo.
-¿Y Santiago?
-¿Santiago? Todo muy bonito, ¡pero que no hable!
-Decime, Annie, ¿necesitás hablar entre las blancas sábanas? Claro, me olvidaba, es cierto, a vos te encanta que te digan “Mi amor”, “Mi dulce”… sos tan cursi…
-¿Y? ¿Qué problema tenés con eso?
-No sé, nena, ojalá a mi me hubiera invitado Juan José o Santiago, pero, la p. ¡te eligen a vos!
-Yo no tengo la culpa, Elizabeth.
-¡Y te das el gusto de rechazarlos por fidelidad a un tipo que vive en un teléfono!
-¡Es mi elección!
-¡Pero es una elección tonta, Annie! ¿Qué vas a esperar? ¿A que Will se decida a responderte dos letras? ¿ A soñar con él, cuando te aseguro, ya hay otra ocupando un lugar en su cama?
-No me importa.
-¿No te importa?
-No. Yo tengo la culpa de eso.
-Ay, Annie, otra vez víctima. ¿Sabés que aburrís?
-Lamento en el alma, Elizabeth, si te “aburro”, pero así pienso y siento. Estoy enamorada. Supongo que vos no sabés de qué se trata.
-¿Qué me sugerís?
-¡Que vos jugás con todos, y no te importa ninguno, Elizabeth!
-¿Porqué? ¿Por qué no le hablo a un celular o a un monitor? ¡Yo soy normal! ¡Vos, estás loca!

V.

Annie se despertó sobresaltada. Esa noche, como todas le había escrito a Will que necesitaba decirle “Hasta mañana Mi amor”.
Annie tanteó su cartera en la oscuridad. ¿Qué hora sería? ¡Las 4! Pero de repente quedó petrificada. Sí había un mensaje de Will.
-Que descanses, Annie.- decía.
Annie se levantó. Estaba desvelada como el dos de oro. Quería saltar por toda la casa, reír, cantar, y se durmió plácidamente.

VI.

Amanece. Annie tiene puesto un boddie transparendte, blanco, flojito. Will aún duerme. Ella lo observa embelesada. Le gusta sentir su respiración, eso la tranquiliza, y le dice que él está en Paz. Se oye el canto de los pájaros.
Annie se acurruca y Will semidormido, la abraza.
Se vuelven a dormir. Hoy el ruido del mar se escucha desde el dormitorio. También el ruido de los árboles altos, flacos, sus hojas están haciendo una especie de serenata, parece que se hubiese puesto de acuerdo con la orquesta de pájaros…
“No necesito nada más”. “Esto es sublime” pensaba Annie, la orquesta de la Naturaleza, y Will dándole calor.

VII.

Sonó el despertador.- ¿Cómo?- se dijo Annie. – Me acabo de fijar y eran las 4. – Otra vez controla la hora. Son las 8. Debe darse prisa, ya no llega en hora.
Lo piensa mejor.
-¿Y qué me importa?¿Quién me quita lo bailado?

Anna Donner © 2010
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