Una botella al mar.


I. Insomnio

Las paredes azules se vuelen violetas, luego se transforman en azul Francia, para luego tornarse cada vez más claras, un celeste se va apareciendo; ¿hay luz?
¿Hay Luz? – se sobresalta Annie y se incorpora entre sus sábanas también azules. Prende la portátil, con una base de cerámica, casualmente, también azul.
Annie ahora se incorpora. La seda de su blusa , ¡oh!, también azul, o quizá celeste, se dejan caer al son de “Sin tu Amor”, de Sandra Mihanovich.
¿Qué me sucedió?- se pregunta Annie ahora totalmente despierta.- ¡Me estoy quemando!.
Annie se levanta, y con sutiles pasos de bailarina se desplaza hacia el dressoir, luego al toillete, se observa en un espejo en forma de ve corta, un espejo en un baño con cerámicas tornasoladas, y una guarda que rompe la monotonía de la plenitud. Guarda, por supuesto, con flores azules.

II. Cita 1.

Elizabeth aguarda impaciente. Está sentada en una de las mesas de La Pasiva, de la Plaza Matriz. Hoy está de un humor terrible, a quien aguarda está demorando, y ella parece querer por momentos destrozarlo todo.
- ¿Qué vas a tomar?- pregunta el mozo.
- ¡No ves que estoy esperando a alguien!- grita, más que sugiere Elizabeth.
-¡Qué humor! ¡El día está lindo, hay sol, tomátelo con calma, nena!- le dice el hombre –vuelvo en un rato a tomarles el pedido.
Elizabeth consulta su reloj pulsera. Es un Rolex, con malla plateada y dorada, un mix de suma elegancia. Comienza a contar, autómata, cuántos eslabones tiene el reloj plateados, cuántos eslabones tiene el reloj dorados, y así, se va calmando, poco a poco.
-¡Llegué!- dice alguien repentinamente.
-¿Qué te pasó?- pregunta Elizabeth.
-¡Ni me digas! Me estaba poniendo el saco, y al tarado de mi jefe no se le ocurrió mejor idea que convocarnos a una de sus tantísimas reuniones. Tuvimos que ir a su despacho ya sabés con quiénes, siempre lo mismo, ¿viste? Ramiro tenía que entregar un listado al medio día, y llamó el señor Negro, y viste cómo se pone mi jefe cuando lo llaman… Así que empezó a gritar, y ligamos todos.
-¡Justo hoy que no me soporto!
-¿Pasó algo más, Eli?
-¡Pasó de todo, Annie!
-Pará, tranquilizate y me contás.
Volvió el mozo, y les tomó a las mujeres su pedido.
-Bueno, te escucho- dijo Annie.
-¡No me va perdonar, Annie!
-¡Y vos sabías! Pero igual te quisiste hacer la estrella. No me hiciste caso. Yo te había dicho que no seas tan dura.
-¡Pero viste lo que me hizo!
-Ya lo conocés, Eli, vos así lo elegiste. ¿Verdad?
-¡Es que cada día me hace algo peor!
-Bueno, Eli, pero vos ya sabés que él no lo hace de maldad, me lo dijiste muchas veces.
-¡Pero me da una bronca! Sabés, Annie, en ese momento me enfurezco, ¡No pienso nada, fijate el disparate que me dijo!
-Cuando él te dice algo así, vos tenés que dejar que se le pase, te lo dije mil veces, si no le hubieras escrito ese email, hoy estarías con él.
-¡Ya sé! ¡Y le pedí disculpas enseguida! Pero por otro lado, me da una bronca, ¿no me conoce? ¿cómo se le puede ocurrir el disparate de que yo no quiero que me acompañe a la presentación de un libro? ¡Si yo muero porque me acompañe a todas partes! Decime, Annie, ¿Porqué piensa en negativo?
-No sé, Eli, pero vos ya sabés como es él, ¿te acordás lo que me dijiste? Que estabas metida hasta las manos, y que ibas a tratar de entenderlo.
-¡Y qué tendría que haber hecho, Annie!
-En mi opinión, en ese momento, sentarte, atarte las manos, tratar de calmarte, y en todo caso, a la noche, o al otro día, le explicabas de otro modo lo que pensabas.
-¡Cómo la embarré! ¡Me quiero morir! ¡Si yo lo adoro! Lo extraño tanto, Annie, ni te imaginás, fijate que hace menos de un mes estábamos sentados en la mesa de Bacacay, y estábamos embobados, y después ya sabés, 47 Street…¡Y lo peor de todo es que cuando lo llamé me gritó que no me iba a perdonar nunca! ¡Quedé hecha pelota! NO pude concentrarme en toda la tarde, me tuve que ir a caminar porque te juro, Annie, que largaba el moco ahí enfrente de Ramiro, de Fermín.
-Escuchame una cosa, Eli. Primero que nada, calmate.
-Pero eso no es todo.
-¡No me asustes! ¡Qué otra cagada te mandaste!
-Es que soy estúpida, impulsiva, me desespera saber que lo perdí, y me angustia, y no puedo hacer nada, ¡absolutamente nada!
-Bueno, qué más hiciste.
-El sábado pasado, me sentía para el..
-¿Y porqué no me llamaste?
-Porque no tenía ganas de hablar con nadie.
-Me hubieras llamado, Eli.
- Cada cosa que hago, lo alejo más, creo que me va odiar para toda la vida..
-Decime qué pasó.
-¿Viste aquel cuento que te dije que iba para La Revista?
-Si, claro, el del volcán.
-Resulta que mi madre me dice que justo tiene un evento de La Revista en la Casa de Cultura.
-¿En Piriápolis?
-¡Sí! ¡Y yo, tan estúpida, que creí que La Revista primero se presentaba en Piriápolis y después acá! ¡Y creí que era el tomo que está al salir!
-No me asustes.
-Primero, quería saber si estaba ahí, así al menos mi madre me decía cómo estaba. Porque sabés que hace pila que nadie sabe nada de él. Mi madre me dijo que no estaba, y le dije, “No me digas nada”, “No estoy”, y me dijo que no. Y se me caían las lágrimas, y no hago la pelotudez de mandarle un SMS, diciéndole gracias! ¡Y me respondió que era el número anterior! ¡Me quería matar, Annie! Me dijo “¡Agradecé que igual vas a estar!
-Pará un momentito Eli, estuviste mal en lo que le dijiste, pero él también. Una cosa es que él esté enojado con vos pero otra es que te saque el cuento. Ahí está entreverando los roles. ¡Por eso yo siempre digo que no se puede “trabajar” con una pareja! En eso estuvo mal. Pero vos también estuviste como el o.
-Dejame que te siga contando. Viste que yo no tomo casi nunca, por los remedios.
-¡No me digas que tomaste!
-No mucho. Una copa de vino. ¿Sabés Annie que hace dos años que no cantaba? Ni en casa, ni en la ducha, en ningún lado. Y el vino, me aflojó, y empecé a caminar, y a vocalizar Soles, y empecé a sentir un nosequé, hacía tanto, Annie que no la cantaba…
-Pero está bien, Eli.
-Para. Que no termina acá. La canté y la canté, y me había salido hermosa, y como yo sabía que no estaba, o que si estaba no me atendería, cuando viera el número de casa en su captor, que llamé, ¡y le canté Soles a su contestadota!
-Bueno, Eli, eso no es para tanto.
-Mirá, al menos me quedé feliz que no me llamó para putearme.
-Claro, Eli. Además, si él te quiere eso no le puede enojar, mirá Eli, te dirá lo que te dirá, pero ustedes se re quieren. Así que yo en mi opinión pienso que no le puede haber molestado encontrarse con tu Soles en su teléfono.
-¿De verdad, Annie pensás que le gustó?
- Sí, obvio, si es así como me decís, tan sensible, claro que le gustó. Tranquilizate, ¿sí?

III. Cita 2.
-Pará, Franz!.
-¡Esa minita está tomándome por imbécil, Will!
-No te persigas, yo no creo que sea así.
-Mirá, no es la primera vez que me hace lo mismo.
-¡Y qué es lo que hizo ahora, Franz!
-Me jetea que se va a la presentación de un libro. ¡Y todavía cuando ya hace una hora que empezó!
-¡Franz! ¿Te das cuenta lo que estás diciendo?
-¡Ta, sabés, que se re-joda!
-¡Pará Franz! ¡Pará! Oíme una cosa, ¿de quién era la presentación?
-¡Yo que sé! ¡Dijo de una amiga!
-¿Y vos porqué estabas tan interesado en ir a una presentación de un libro casero? ¡Si hubiera sido alguien conocido! ¡Era su amiga, Franz! ¡Estás reaccionando como si ella hubiera sido invitada a la presentación de un libro de Cortázar! ¡Pará hermano!
-¡Will, me lo hace a propósito!
-Pará. ¿No me decís que es una mujer dulce, y sensible? Si te hace algo a propósito, perdoname, la mujer no es dulce ni sensible. ¿Ella es sensible?
-¡Es soberbia!
-No me respondiste. ¿Ella te trata con dulzura, o con desprecio?
- No, ella siempre fue muy dulce conmigo.- Franz quedó en silencio.
-¿Y entonces porqué creés que ella te haría algo así? ¿No me decís que está muerta con vos? ¡Escuchá, una mina que está muerta con vos, en lo único que piensa es estar la mayor cantidad de tiempo con vos, en ir juntos a todas partes! ¡Cómo si yo te tuviera que enseñar a vos, Franz, algo de mujeres! Me parece que te fuiste al joraca.
-Bueno, puede ser. ¡Pero estoy harto de que siempre me tenga así!
-¿Así cómo?
-¡Haciendo el papel de estúpido!
-Pará Franz. Si no fueras mi amigo te juro te reventaba un palo por la cabeza. A ver, razoná conmigo. La tipa está muerta con vos, hace poco le dijiste que te separaste. A ver, ¿cómo reaccionó cuando se lo dijiste?
-Will, tengo que reconocer que ella estaba muy feliz.
-Bueno, y decime, papa frita, vos perdoname, una mujer enamorada y feliz y embobada, ¿para qué te va andar haciendo sentir mal? ¡Una mujer enamorada te lleva a todas partes!
-¿Y por qué no me dijo?
- Franz, no te dijo, porque no te quería romper las p. Vos estabas trabajando, ¿o no?
-Si.
- Y bueno, hermano, una mujer enamorada que quiere conservar una relación, trata de embromar lo menos posible, porque sabe que si se pone pesada, nosotros nos aburrimos.
-No sé, no sé, Will.
-No te entiendo Franz, vos, que tenés mucho más carretera que yo, tenés a una tipa linda, y muerta con vos, lo sabés, la tenés y sabés que ella haría cualquier cosa por vos, y me venís con esta tontería?
-No sé, es que me revienta que me hable del ex.
-Pará, pará. ¿Cuántas veces hablamos de eso, Franz? ¿No me dijiste que el tipo no se quería ir de la casa? Me parece que no te ponés en sus zapatos, hermano.
-¡Es que me revienta que me llorisquee porque el ex hizo esto, o lo otro, o lo de más allá! ¡Estoy harto!
-Franz, ¡oíte! Ella tiene al ex en la casa, tiene que convivir con un tipo y el aire se corta con una tijera. ¿Cómo creés que se puede sentir? ¿Qué sabe que no puede hacer nada, porque sino el tipo la deja en la calle? ¿No me contaste otras veces que no entendías cómo ella nunca se había interesado por los negocios de su ex, que no podías entender cómo no se había cuidado? Hasta me dijiste que era bastante abombada con respecto a eso.
-¿Y?
- La tipa está mal, el ex ahora está en un lugar de poder, y está dolido porque lo dejó, y se está vengando, y aprovechándose de que ella es vulnerable, y sensible, ¡y la está haciendo sentirse todo lo mal que pueda!
-Es que estoy harto que el tipo siempre esté en el medio de nosotros.
-Franz, ¡no está en el medio! ¿Duermen juntos, acaso?
-Ella dice que no.
- Te hice una pregunta. ¿O no le creés? ¿No entendés que para ella estar con vos es la paz, el embelesamiento, el paraíso? ¿Todavía que la está pasando como el orto, vos la hacés sentir peor? ¿O estás celoso del ex? ¡No te das cuenta que hace un año y medio que está intentando sacárselo de encima y el tipo la está jodiendo? ¿Sabés Franz que nunca te entendí? Tenés cuanta mujer querés, pero siempre dudás. ¡Ojalá yo tuviera tu arrastre con las minas! ¡Si me hubiera pasado a mí, todavía! ¡Pero vos sabés perfectamente que una mujer enamorada de vos, muere con vos, hermano!

IV. Cita 3.

Annie iba caminando muy rápido, había salido de la oficina y había demorado más de dos horas. ¿Y si alguien la había buscado? No, se decía, ya había entregado todos los informes del día. Sólo le quedaba hacer la fila del banco. Estaba tan ensimismada, que cuando la gente se desplazó, en determinado momento quedó un claro.
-¡Correte!- dijo un hombre.
Annie se dio vuelta y le dijo
-Disculpame, no me dí cuenta.- lo miró, era un hombre de edad mediana, vestía un traje color negro. Muy elegante. Annie no pudo evitar oír los gritos de El, cuando alguien lo llamó a su móvil:
-¡Te dije que ya voy! ¿No te dejé la copia de la sesión de hoy? Mirá, estoy en el banco, cuando zafe voy. …¿Y qué tengo yo que ver yo? Mirá, ellas son las listas del PC, así que ahora no me vengas a joder a mi, para eso entró personal capacitado en informática. ¿O no te acordás la reunión que empezaste sin mi la semana pasada y con ellas? ¿Sabés que? Ahora que me llamaste, jo-de-te. Voy a volver cuando se me cante.- El hombre cortó la comunicación.
“Este tipo está enojado con el mundo”- pensó Annie. De repente, el hombre pareció sentirse mareado.
-¿Te sentís bien?- le preguntó dándose vuelta.
-No, creo que algo me cayó mal.
-Vení, salite de la fila, sentate en el banco, dale, te acompaño.
- Gracias – dijo él sorprendido- ¿Cómo te llamás?
-Annie. ¿Y vos?
-Yo soy Franz.
- Un placer.

V. Cita 4.

Annie acompañó a Franz a sentarse en el corredor.
- Perdoname, ¿te pasa algo?
- Problemas con mi jefa, no me la banco.
- Te entiendo, a mi me pasa lo mismo.
-¿A qué te dedicás?
- Trabajo en un centro de cómputos. ¿Vos?
-En la Junta Departamental.
-Bueno, vos sabés cómo son las oficinas públicas.
-Sí, tenés razón, no sé porqué me caliento.
- Oíme, soy Analista de Sistemas, te dejo mi tarjeta con mi número, cualquier consulta, me llamás, que yo te ayudo, ¿tá?

VI- Cita 5.

Annie caminaba por la rambla.
-¿Querés que cebe yo?- dijo Eli.
- Dale.
La tarde estaba hermosa.
- ¿Eli, vamos a sentarnos en Trouville, que hay solcito?
- Dale. Y de paso te distraés un poco.

VII. Cita 6.
- ¡Eli! ¡Mirá!
- ¿Qué pasa, Annie?
- Mirá esos tipos que vienen allá lejos. Al de la derecha me lo encontré en el banco la semana pasada.
Eli levantó la vista.
-¡Ese es Franz! ¡No te puedo creer! ¡Justo acá, me lo vengo a encontrar!
-Pará Eli, tranquilizate.
Ya era tarde.
-¿No me vas a saludar?- dijo Eli cuando los dos hombres pasaron delante de ellas.
- ¿Qué querés?- dijo Franz.
-¿Me seguís gritando después de tres meses?- dijo Eli.
Annie miraba a Franz con cara de asombro. – Pará, tranquilizate, te acordás, yo soy la chica de la fila del banco…¿Te acordás de mi?
Franz la miró. – Annie.
-Will, te presento a Annie, nos conocimos en el banco el otro día.-dijo Franz.
-¡Qué chico es Montevideo! – dijo Eli con sarcasmo. -¿Así que mi mejor amiga conoce a mi ex?
Will, que hasta ese momento de la conversación había quedado callado, decidió intervenir.
-Creo que ella no te hizo nada Eli- dijo.
-¡Viste Will! ¡Te dije que era una soberbia!- dijo Franz.
-Pará, Franz, pará.
-Ella siempre víctima… - dijo Eli.
-Eli, ¿porqué me tratás así? – dijo Annie.
-¡Me tenés harta, nena, siempre de buenita, de dulcecita, haciéndote la suavecita!.
-¡Eli! ¿Qué te hice para que me hables así?- dijo Annie.
-¡Claro, vos nunca hacés nada!- dijo Eli.
- ¡Yo decía que ella era una soberbia Will! - ¿Entendés ahora?
-No mezcles los tantos, Franz.- dijo Will.
Annie no pudo contener las lágrimas.
Franz y Eli seguían gritándose el uno al otro.
-Vení, Annie. Se te nota la dulzura en la cara.
- A vos también. ¿Así que sos amigo de Franz?
- Si, me sé de memoria todos los líos que tuvo con Eli. Digo, líos, que él se hizo.
- Bueno, pero yo le dije a ella que había estado muy mal en escribirle ese email tan fuerte, el es sensible.
-¿En serio, le dijiste?
-Sí.
-¿Pero te parece bien que Franz trate así a Eli?
-Mirá, Will, cuando las mujeres nos enamoramos, nos tratamos de entender al otro, y de perdonar, yo sé que Franz no estuvo bien con Eli, pero Eli tampoco se portó bien. Los dos tienen un carácter muy fuerte.
- ¡ Y mirá que la quiere! – dijo Will.
-¡Obvio! – dijo Annie. -¡Está muerta con él! ¡Y no sabe qué hacer!
-Yo no los entiendo, Annie- dijo Will. – El también está re metejoneado con ella.
- De veras, no se entiende- dijo Annie.
-¿Y vos qué hubieras hecho si ponele yo, hago de Franz y te trato así?
- Y… me hubiera puesto triste que pensara eso de mí, pero de todas maneras no lo hubiera lastimado, queriéndolo de ese modo… lo que pasa es que Eli tiene un orgullo, pero después enseguida se arrepiente.
- Sí, y yo si yo hago de Eli, ¿te habrías enojado así?
- Mirá, nunca hubiera pensado que no me invitabas a propósito a la presentación del libro, pero sí me hubiera calentado que me increparas que te saqué el cuento de la Revista sin antes haber averiguado qué número se estaba presentando.
- Sí, tenés razón.

VIII. Cita 9.

Will se despertó sobresaltado. ¡Qué sueño raro había tenido!
“La verdad que estuve mal… “ pensó. “Annie no me invitó para no molestarme a la presentación del libro. Y cómo le hablé, fá… Ella que siempre es tan dulce conmigo, soy una bestia, porqué carajo me enojo tanto… ta, con todo el tiempo que pasó ya no debe querer ni verme… Me da vergüenza llamarla después de cómo la traté. Pero cómo la extraño… mi dulce Annie…¿Y por qué no la voy a llamar? ¿Me voy a perder de tenerla otra vez en mis brazos, ¿porqué con la sed que tengo de ella no me dejo de joder y hacerme el sorete, y la llamo? Me muero por amarla, ahora que estoy solo, ¿por qué no la llamo? ¿Si ella también está sola? ¿Qué estoy haciendo? Si ella me quiere… Soy un pelotudo, cómo la pude tratar así, y todavía ella que me llamó a pedir perdón, y le grité, soy de terror. No, yo la adoro, es una dulce, ¿cómo me estoy confundiendo tanto?
Ta! ¡La llamo! Apenas llegue a Montevideo, mañana la llamo. Seguro no me va querer ver de nuevo. Pero tá, la llamo. Al fin y al cabo, ella me llamó tantas veces, cuando yo me porté mal. ¿Cómo me voy a perder ahora que puedo tenerla una noche entera, de llamarla? ¡Con lo que la deseo! ¡Tenerla al despertarme, que me acaricie, su suavidad! ¡Qué tonto fui! .

IX. Cita 10.

Will llegó bien entrada la noche, a su casa de PBeach. Se había ventilado en Buenos Aires, pero cuánto extrañaba a sus gatitas, ¿cómo estarían?
Abrió la puerta, y chequeó su teléfono. Pacientemente fui oyendo todos los mensajes de la contestadota, y de repente una mujer le canta al oido. “Sin tu amor ya no sonrien, las mañanas, sin tu amor no se por donde sale el sol, sin tu amor la habitación es un exilio, de ilusiones para ti……”

X. Vigilia.

De repente, Annie escuchó que empezaba a llover. Se dio cuenta que desde las dos de la mañana no había parado de escribir. El cuento para Will estaba listo. Le habían quedado siete sms borradores, de quince páginas. No se había dado cuenta del paso del tiempo.
Pero se quedó conforme con el resultado.
“No me importa haber pasado la noche en vela escribiendo. Total, hago un cambio de horario. Ramiro me va entender. Voy a entrar a las 12 en lugar de a las 9” pensó.
Había estado escribiendo toda la noche. NO había reparado en el paso del tiempo, ni que debía ir a la oficina.

Las paredes azules se vuelen violetas, luego se transforman en azul Francia, para luego tornarse cada vez más claras, un celeste se va apareciendo; ¿hay luz?

Está amaneciendo y comienza a llover.

Apaga la portátil, con una base de cerámica, casualmente, también azul.
Annie ahora se recuesta. La seda de su blusa , ¡oh!, también azul, o quizá celeste, se dejan caer al son de “Sin tu Amor”, de Sandra Mihanovich.
Y así, Annie se va quedando dormida, mientras comienza a soñar en un segundo encuentro con Will, en donde sea saciada el hambre y sed de sus cuerpos, y sin alter egos que se involucren a joder la relación como hasta ahora…
No. No hay que darles pelota a los alter ego. Sólo se entrometen para estropear las cosas bellas. No más alter egos.

Ya le habían dicho a Annie que existía una vacuna para el “Mal de Egos”.
Muchas parejas lo padecían.
Y no quería que ella y Will siguieran con esa maldita enfermedad, que se entrometía en sus pasiones, sus deseos, siempre se entrometía.

Así, Annie se duerme sumiéndose en un sueño profundo, en donde ella y Will se unen tragando ella su dulce nectar, aflojando él su entrepierna a punto de explotar…



Anna Donner © 2010
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